El poder curatuivo de las crisis ( III )Jack Kornfield. Grof




TERCERA PARTE:LA ACCIDENTADA BÚSQUEDA DEL SER: PROBLEMAS DEL BUSCADOR ESPIRITUAL OBSTÁCULOS Y VICISITUDES EN LA PRÁCTICA ESPIRITUAL


por Jack Kornfield


Sólo en la medida en que el ser humano se expone a sí mismo una y otra vez a la aniquilación puede surgir dentro de él lo que es indestructible. En esto consiste la dignidad de atreverse... Sólo si nos aventuramos de manera repetida a través de las regiones de la aniquilación, puede nuestro contacto con el Ser Divino, que está más allá de la aniquilación hacerse firme y estable. Cuanto más aprenda un ser humano a enfrentarse incondicionalmente al mundo que le amenaza con el aislamiento, más profundo es el Fundamento del Ser revelado y las posibilidades de nueva vida y de convertirse en abierto.

KARLFRIED GRAF VON DtJRKHEIM Experiencia y transformación


Es bien sabido que el camino espiritual tiene dificultades y peligros, y que la práctica espiritual sistemática puede conducir accidentalmente a graves complicaciones psicológicas e incluso físicas. Los profetas, los santos, y los maestros de todas las religiones tuvieron en momentos cruciales de su vida intensas experiencias que, tradicionalmente, serían consideradas como psicóticas.
La visión de Buda del señor de la ilusión del mundo, Kania Mara, y de las huestes de demonios que intentaban impedir le alcanzar la iluminación, es un ejemplo espectacular de dicha situación. El Nuevo Testamento describe un episodio similar en la vida de Cristo, que incluye su tentación por el diablo. Las biografías de los santos, padres y monjes cristianos, abundan en episodios vívidos de visiones extraordinarias que contenían demonios y seres celestiales.
Pueden encontrarse innumerables ejemplos suplementarios en las vidas de las santos hindúes, maestros budistas tibetanos, maestros Zen, y representantes famosos de otras religiones. La descripción actual más sobresaliente es la auto biografía de Swamni Muktananda, El juego de la conciencia. El diario espiritual de Trina Tweedie, Daughter of Fire; y las series de libros bestsellers de Carlos Castaneda, muestran que los problemas y peligros del aprendizaje espiritual son te mas de gran relevancia para los buscadores contemporáneos.
En nuestra antología, este importante problema de los obstáculos y dificultades del camino espiritual es examinado por Jack Kornfeld. Kornfteld está especialmente cualificado para esta tarea, desde el punto de vista personal .y profesional, ya que su bagaje personal incluye una formación en psicología tradicional occidental, y también muchos años de práctica espiritual como monje en diversos países orientales.
Desde los años de su juventud, ha estado fascinado por la filoso
fa y la cultura asiática. Después de completar sus estudios sobre civilizaciones orientales y del idioma chino en la Facultad de Dartmouth, marchó a Asia, en donde estudió y practicó el Budismo más de seis años, primero como seglar y después corno monje consagrado. Este tiempo lo pasó enThailandia, Birmania y Laos, en centros budistas de retiro intensivo y en monasterios en pleno bosque; recibió gran par te de su formación dentro del linaje de dos de las más destacados maestros del Budismo Theravada, el venerable Aachan Chalt y el venerable Mahasi Sayadaw de Birmania.
Después de su vuelta a Estados Unidos, obtuvo un doctorado en psicología clínica por el Instituto Saybrook y traba como psicólogo y maestro de meditación. Posteriormente, ha vuelto a Asia muchas veces para completar sus estudios con otros maestros en diversos monasterios de la India y de Sri Lanka. Durante la crisis de Camboya de 1979, trabajó como voluntario en uno de los campos de refugiados.
Es miembro fundador del Instituto Naropa, la primera Universidad budista del Continente americano, y fundador de la Insight Meditation Society en Barre, Massachusetts, y del Spirit Rock Center en Woodacre, California. Durante muchos años ha dirigido retiros intensivos de meditación budista en todo el mundo. Es también un autor muy activo, entre cuyas obras se encuentran: Guide to Meditation Temples of Thailand, Living Buddhist Masters, Still Forest Pool, y Seeking the Heart of Wisdom.
Hace unos años que Kornfeld ha establecido su hogar en California, donde vive con su esposa, Liana, y su hija, Carolina; cuando habla de ella, dice bronceando que es su principal guru. Kornfield tiene la cualidad especial y poco frecuente de equilibrar e integrar profundas experiencias y percepciones internas espirituales con la existencia ordinaria de cada día.

En su contribución a este libro, trata en general del tema de las complicaciones de la meditación y del viaje espiritual, desde el punto de vista de la tradición budista, en particular, de las enseñanzas básicas de la Escuela Teravada. Expone las dificultades fsicas, los obstáculos mentales, los estados energéticos y una serie normal de percepciones alteradas que sur gen a lo largo de la práctica intensiva del Budismo. En ocasiones, hace breves incursiones en el hinduismo, el misticismo cristiano y las tradiciones chamánicas.

El tema que Kornfield explora en este ensayo es de extrema importancia, dada la creciente popularidad de diversas formas de práctica espiritual en Occidente, y por el hecho de que los desafíos emocionales y físicos son inherentes al crecimiento espiritual. El conocimiento de la cartografía de es tos territorios precarios proporcionan una ayuda de incalculable valor en el camino espiritual.
En esta exposición me gustaría tratar de los tipos de cuestiones y de dificultades que le surgen a la persona que emprende un camino sistemático de práctica espiritual. Implicarse en dicha práctica es una de las aventuras más apasionantes, esforzadas, maravillosas y difíciles, que podemos emprender como seres humanos. Es un viaje en el que se puede explorar las regiones más recónditas de la conciencia, despiertas a las innumerables partes de uno mismo, y llevar la mente y el corazón tan lejos como puedan ir en nuestra pro funda conexión con la totalidad del universo.
Sin embargo, no es por fuerza un viaje fácil ni cómodo. Una vez oí la siguientes historia acerca de Trungpa Rinpoche. Estaba un día dando una charla en Berkeley, sentado en el escenario de una gran sala llena de personas que habían pagado quince dólares por verle, y les preguntó: "¿Cuántos de ustedes están empezando ahora una práctica espiritual?". Algunas personas levantaron la mano. Entonces les dijo: "Estupendo. En este caso les sugiero que vuelvan a casa. A la puerta les de volverán el dinero y así pueden volver a su casa y no empezar este difícil y terrible proceso". Y continuó diciendo: "Es mucho más difícil de lo que se cree cuando se empieza. Una vez que se ha empezado es muy difícil parar. Así que la sugerencia que les hago es no empezar. Lo mejor es no empezar en absoluto. Pero si empiezan, lo mejor es ir hasta el final".

Porque sucede a menudo que en medio de su práctica espiritual o en la misma vida cotidiana, las personas encuentren fases de su desarrollo interior en las que las cosas se desmoronan.
Por supuesto que estas "crisis" las sufren no sólo las personas que han emprendido una práctica espiritual sistemática, sino también muchas personas que en el curso de sus vidas han tenido un despertar espiritual espontáneo. Pueden ser llevadas él por muchas circunstancias, como la muerte de una persona cercana, el parto, una intensa experiencia sexual, o sufrir un accidente y darse cuenta en estado de coma a través de una "salida del cuerpo" de que son algo más que el cuerpo físico. En otras ocasiones el despertar puede ser desencadenado por las iluminaciones que se producen cuando se pasa un tiempo en grandes montañas, o mediante un divorcio difícil o alguna enfermedad que pueda implicar un peligro de muerte, como el cáncer.
En todas las grandes tradiciones espirituales se presta atención a los problemas o peligros de la práctica espiritual. En la tradición cristiana, uno de los grandes textos disponibles es La noche oscura del alma de San Juan de la Cruz, en el que éste habla acerca de la noche oscura que se atraviesa después de las distintas fases de despertar a la Luz. Evagrio, que escribe en latín como maestro de los monjes en los primeros años del Egipto de los Padres cristianos del desierto, tiene un texto entero sobre los demonios que surgen cuando las personas van al desierto para hacerse eremitas y emprender la práctica de la meditación. Entre ellos se encuentran los demonios del orgullo, los del miedo, los de la sed, los de la medianoche, que son los demonios del sueño, y otros muchos.
En las tradiciones orientales existen descripciones similares sobre las clases de peligros que surgen: las dificultades iniciales, los riesgos del apego, los de la falsa iluminación...
En el Zen, las visiones y luces que aparecen se llaman makyo, o ilusión. Son una clase de superilusión: la ilusión en la que ya nos encontramos es de una clase, y el makyo es de otra que se encuentra más allá de la primera.
¿Cómo empieza uno a considerar los peligros y las dificultades? A mí me gustaría comenzar a responder esta pregunta presentando brevemente algunas de las enseñanzas budistas básicas que hablan de los primeros escollos y dificultades de la práctica. Será una visión panorámica, sin excesivos detalles, ya que existe fácilmente disponible una información más específica en las obras actuales sobre budismo, en concreto, en los escritos de Joseph Goldstein, Stephen Levine, y de tibetanos como Chógyam Trungpa Rinpoche. Echemos una breve ojea da a cómo enfrentar los primeros obstáculos y dolores físicos corporales, para pasar después a las clases de visiones, estados y dificultades más extremas -agradables y terroríficas- que surgen ocasionalmente en las personas que se encuentran más avanzadas o en una práctica más intensiva.
Cuando uno empieza la sadhana, ya sea con la práctica de la meditación budista o cualquier otra disciplina sistemática que conlleva atención y concentración, se vuelve uno al presente. Éste es el primer elemento de una práctica espiritual, una técnica que centra y calma la mente fluctuante y vibrante.

Volver al momento presente es la mejor entrada en el terreno espiritual, porque los reinos espirituales no se encuentran en el pasado ni en el futuro. El pasado es sólo memoria y el futuro sólo imaginación. El momento presente proporciona la puerta de entrada a todos los territorios de la conciencia que están más allá de nuestras ocupaciones cotidianas. Permanecer aquí y ahora requiere calmar la mente, concentración y atención. Es el sentido de la vieja frase del Casino de Las Vegas: "Tiene que estar presente para ganar". Hay que estar presente en el casino, y hay que estar presente en la práctica de la meditación.
Así pues, para empezar, uno emprende la disciplina, siguiendo la respiración, haciendo visualización, meditando en el corazón, o cualquier otra de las muchas técnicas que centran y desarrollan la atención. Esto nos trae con más intensidad al presente de nuestro cuerpo y de nuestra mente. ¿Qué empieza a suceder a medida que prestamos atención? En primer lugar, surgen en el cuerpo dificultades físicas. Existen tres clases de dolor que aparecen.
Están los dolores físicos que son una señal de que uno se está sentando de una manera inadecuada y entonces hay que encontrar la posición confortable. Después, están los dolores físicos que surgen a causa de lo inhabitual de la postura. Ésta tiene que ser desentumecida; hay que permitirla y tener paciencia con ella hasta que las rodillas, la espalda y todo el cuerpo se habitúan a meditar con calma, de una manera que permita que las energías corporales se abran sin demasiado movimiento. Esto es unificar y calmar el cuerpo y la mente.
La tercera -y la más interesante- clase de dolor que se manifiesta se produce al liberarse diversas tensiones, cuando afloran a la superficie profundos patrones de bloqueo y energías prisioneras en nuestro cuerpo, que se van acumulando a lo largo de nuestra vida diaria. Todos nosotros tenemos zonas de retención: la mandíbula, el cuello, la cara, o cualquier otra parte del cuerpo que se contraiga y acumule tensión en circunstancias de estrés. A través de la calma de sentarse en postura de meditación, estos patrones de energía o de retención afloran a la atención o a la conciencia. A medida que se relajan, pueden producir dolor y vibración; a veces, también poderosas imágenes del pasado. Éstas pueden ser imágenes de accidentes o de operaciones quirúrgicas, u ocasiones en las que nos hemos sentido enfadados y aplastados por dentro, circunstancias de heridas del pasado o incluso de vidas pasadas. Toda clase de situaciones del pasado surgen y se manifiestan gracias a la apertura del cuerpo.
La mayoría de las personas que se han sentado a meditar, incluso si sólo lo han hecho un solo día, están familiarizadas con esta clase de dolores físicos. Una de las primeras partes de la práctica es aprender a sentarse confortablemente, tranquilo, y permanecer en calma ante estas aperturas físicas. Más allá de las aperturas físicas iniciales surgen obstáculos o, cuan do uno empieza a concentrarse, los estados difíciles de la mente. Recoger o calmar la mente -que al principio es como un mono, o como un pez fuera del agua que colea en tierra seca es un proceso difícil. Entonces, se le proporciona una tarea sencilla: "Por favor, mente, estáte atenta a la respiración". ¿Hace caso? Sí, pero sólo durante dos segundos. Mi hija, que tiene una año y medio, se comporta en general mejor que mi mente, ya que ahora está en la fase de decir con mucha frecuencia "no, no, no", pero después se va a dormir.
Como ya se habrán dado cuenta, la mente es mucho peor que esto. Ha permanecido sin entrenamiento durante décadas, durante millones de momentos de mente, si es que no ha sido durante varias vidas. Este proceso de empezar a recogerse es muy duro. Exige romper nuestra costumbre de estar perdidos en el pasado y en el futuro. Requiere una voluntad de permanecer presente en experiencias de las que normalmente huimos. Cinco de las dificultades comunes que surgen en la práctica, llamadas por Buda los cinco obstáculos, están escritas en muchos libros. Puede encontrarse una buena descripción de ellas en The Experience of Insight de Joseph Goldstein. Estos cinco obstáculos son muy conocidos por todas las personas que han practicado la meditación. Había una vez un viejo en una comunidad cuyos miembros tenían dificultades para vivir con él. Era desagradable, discutidor, ruidoso, olía mal y siempre estaba causando problemas. Al final, después de muchos meses de discusión con los otros miembros de su comunidad, se desanimó, se convirtió en un hombre silencioso y se fue a vivir solo a París. Cuando Gurdjieff se enteró, fue directa mente a París, le encontró y le convenció de que volviese, pero únicamente ofreciéndole una gran cantidad de dinero, una gran suma mensual. Mientras que todos los demás pagaban por su práctica, a este hombre se le pagaba por volver. Los miembros de la comunidad se irritaron cuando vieron que había vuelto y supieron que se le pagaba por ello, y preguntaron a Gurdjieff: ¿Qué estás haciendo? Gurdjieff les dio la siguiente
explicación: "Este hombre es como la levadura para el pan. Si él no estuviera aquí, no entenderíais realmente el significado de la paciencia, el significado del amor desinteresado o la compasión. No podríais aprender a enfrentaron a vuestro propio enfado e irritación. Así pues, vosotros me pagáis a mí por enseñaros y yo le pago a él por ayudar".
Para trabajar sobre los obstáculos debemos identificarlos con claridad. El primero es el deseo y la codicia. El segundo es su opuesto, que es la aversión -ira y disgusto, juicio y miedo-; todos esos estados que impiden la experiencia. El siguiente par es la somnolencia, el atontamiento, y el letargo, o la resistencia a la experiencia, y su opuesto, que es la agitación y la inquietud de la mente. El quinto es la duda, esa parte de la mente que dice: 
"No puedo hacerlo. Es demasiado duro, estoy demasiado cansado, no es el día adecuado para meditar. Debería esperar un poco para meditar. Debería esperar hasta el atardecer. La mañana es un buen momento. Quizá debería hacer algo más entretenido, como danza sufí. El observar la respiración es demasiado aburrido o demasiado estúpido".
A medida que empezamos a trabajar sobre los obstáculos, los estudiamos realmente, observándolos y permitiendo que se incorporen a la práctica de la meditación. Cuando surge el deseo, empezamos a examinar la mente que desea con plena atención. Tomamos nota, "el deseo, el deseo", y sentimos qué cualidad tiene. Mirar el deseo es experimentar esa parte de nosotros que nunca está contenta, que siempre está diciendo:
"Si tuviera cualquier otra cosa que ver, oír, oler, gustar, tocar,o sentir, que me hiciera feliz...; o si tuviera otra relación, otro trabajo, un almohadón más cómodo, menos ruido, una temperatura más fresca o más cálida, otro manto de meditación, si hubiera dormido más ayer por la noche, podría meditar bien".
Todas estas cosas surgen como un deseo. Algo parecido a:

"Si tuviera ahora algo para comer, comería, estaría satisfecho y entonces podría iluminarme".
Nuestra manera de trabajar con el deseo es no condenarlo, sino dirigir la atención hacia el estado mental del deseo, observarlo y experimentarlo, y después clasificarlo como "hambre, apetencia". De esta manera podemos aprender a ser conscientes plenamente de los estados mentales como el deseo sin ser atrapados por ellos, y encontrar un modo de observar con la libertad total de nuestra atención. Esto produce la verdadera comprensión.
Igualmente sucede cuando se trabaja sobre la cólera, la aversión, o el miedo. Tal vez tengamos que observar el miedo ochenta veces antes de que nos familiaricemos con él, o incluso cien o doscientas veces. Pero si nos sentamos a meditar y el miedo viene una y otra vez, tomamos nota mentalmente, "miedo, miedo", y nos permitimos estar totalmente atentos al temblor, a los escalofríos, a la respiración entrecortada, a las imágenes que surgen..., diciéndonos: "Miedo, te conozco, me eres muy familiar". Cambiará toda nuestra relación con el miedo y lo veremos como un estado impersonal que atravesase la radio desapareciendo a continuación, y seremos más libres y más sabios en nuestra manera de enfrentamos a él.
Puede que observar simplemente con una atención equilibrada y difusa parezca fácil, pero no siempre lo es. En un largo retiro que yo dirigía en California había varios terapeutas que se habían formado en la tradición del grito primal. Su técnica consistía en la liberación y la catarsis, y normalmente se reservaban un tiempo cada mañana para descargar tensiones. Después de varios días de haber estado meditando sentados, me dijeron: "Esta técnica no funciona". Yo les pregunté: "¿Por qué no funciona? Y ellos respondieron: "Porque aumenta nuestra energía interna y nuestra irritación y necesitamos un sitio para expresarlas. ¿Podríamos utilizar la sala de meditación en algún momento del día para gritar y liberarnos? Si no lo hacemos, se vuelven tóxicas al mantenerlas dentro".
Yo les sugerí que volviesen y se sentaran a meditar con ellas y que probablemente no les matarían. Les pedí que observaran lo que sucedía, puesto que estaban allí para aprender algo nuevo. Lo hicieron y después de varios días volvieron diciéndome: "Qué curioso." Les pregunté qué es lo que les parecía curioso y me contestaron: "¡Han cambiado!". La irritación, el miedo, el deseo..., todos estos estados pueden ser una fuente de sabiduría cuando son observados, ya que cuan do los observamos surgen bajo determinadas condiciones. Cuando sobrevienen estos estados afectan al cuerpo y a la mente de determinada manera. Si no estamos tan atrapados por ellos, podemos observarlos como lo hacemos con una tormenta y entonces, después de quedarse un tiempo, desaparecen.
Cuando nos volvemos avezados en observar estos obstáculos y los contemplamos de cerca y con cuidado, nos damos cuenta de que ningún estado de ánimo, sentimiento, ni emoción dura realmente más de quince o treinta segundos sin ser reemplazado por cualquier otro. Pero para observar esto tenemos que mirar muy de cerca. Podemos estar irritados y después, si realmente lo observamos, "irritación, irritación", de repente descubrimos que se ha transformado en resentimiento. El resentimiento permanece unos instantes y se convierte en autocompasión. Entonces, observamos la autocompasión y vemos que se convierte en depresión, y si observamos la de presión se convierte de nuevo en irritación. Si miramos de cerca, comprobamos que la mente está continuamente cambiando, y esto nos enseña acerca de la impermanencia, el movimiento, y que no tenemos necesidad de identificarnos.
Igualmente, cuando surgen la somnolencia y la inquietud, podemos observarlos con el ojo de la atención y el corazón de la ternura y de la compasión activa. Es importante permitir que surjan estos estados, ver la somnolencia, por ejemplo, descubrir su naturaleza o si la resistencia es una parte de ella,
y sentarse diciendo: "¿Qué está pasando aquí que estoy a punto de dormirme?" Compruebe si puede despertar a este esta do de observación.
Lo mismo hay que hacer con la inquietud. Si está muy inquieto, anote mentalmente "inquietud, inquietud", siéntala, y si ésta es muy fuerte, permítase rendirse y decir: "De acuerdo, me voy a morir. Seré el primer meditador que se muere de inquietud", deje que le invada y vea qué ocurre.
Mediante un entrenamiento sistemático respecto a los obstáculos, descubra una manera de relacionarse con ellos sabiamente y con menos identificación, sin ser prisionero de ellos. Finalmente, puede actuar de la misma manera con la duda. Puede observar cómo viene y cómo se va sin identificación ni preocupación.

Para ampliar su información, existe también una serie de antídotos para estos obstáculos. Para el deseo está el antídoto de la impermanencia y de la muerte. Para la irritación, existe el antídoto del amor desinteresado que puede suscitarse sólo si se logra cierto grado de perdón. Para la somnolencia, el antídoto es suscitar energía a través de la postura, la visualización y la respiración. Para la inquietud, el antídoto consiste en hacer surgir la calma o la concentración, mediante técnicas internas de relajación y aquietamiento. Y para la duda, el antídoto es la fe o la inspiración, mediante lecturas o conversaciones con alguna persona sensata, o encontrar alguna manera personal de inspirarse.
Ésta es una breve relación de los obstáculos comunes que puede encontrar al comenzar su práctica. Si no tiene la formación y la habilidad de ayudarse con estos antídotos, los obstáculos pueden parecer abrumadores y demasiado difíciles, y quizá quiera dejar la meditación. Es por esto por lo que necesitamos un instructor y un entrenamiento sistemático para empezar a trabajar con nuestras mentes: nuestras mentes y las fuerzas que encontramos pueden ser muy confusas.
Al principio de la práctica budista, uno oye hablar de las raíces de la dificultad humana, expresadas como "la codicia,el odio, y el error". Esto es lo que nos produce dificultades. Tal vez nos digamos a nosotros mismos: "Bueno, no es tan grave; se trata sólo de nuestro deseo y aversión, nuestras antipatías e ignorancia, y un poco de confusión mental". Pero una vez que hemos meditado por un corto periodo de tiempo, lo que descubrimos es que la codicia significa enfrentar el apego en su sentido más profundo, que nuestros deseos son una especie de fuerzas poderosas y primales, y que el odio es una cólera dentro de nosotros como la de Atila, los Hunos y Hitler. Todo esto se encuentra en la mente de cada persona. La codicia es como el hambre del mundo, la clase más grave de hambre. El error es la ignorancia y la confusión más oscuras.
Estas fuerzas son tremendamente poderosas. Son las fuer zas que producen las guerras en el mundo. Son las fuerzas que crean la pobreza y el hambre en un país y la abundancia en otro. Son las fuerzas que causan todo el ciclo de lo que se llama el mundo samsárico de la vida y de la muerte. Y uno las encuentra cuando trata de vivir el momento presente con atención concentrada.
No es un proceso fácil trabajar sobre ellas. Siempre es difícil, pero a veces parece abrumador. Pero es entonces cuan do aprendemos. Thomas Merton dijo una vez: "La verdadera oración y el verdadero amor se aprenden en el momento en el que la oración se hace imposible y el corazón se ha vuelto como una piedra". A veces, al enfrentar nuestros obstáculos más difíciles, dejándolos en paz mientras meditamos, se produce una auténtica apertura del corazón. La verdadera apertura del corazón, el cuerpo y la mente, tiene lugar porque al final dejamos de huir de nuestro aburrimiento, de nuestro miedo, de nuestra irritación o de nuestro dolor.
Además de describir los cinco obstáculos principales, la enseñanza budista ofrece también cinco vías sistemáticas para trabajar las energías difíciles cuando éstas surgen.
La primera vía de trabajo cuando aparece algo difícil -como un fuerte deseo, miedo o irritación- es simplemente dejar que pase. O si no se puede dejar pasar, dejarlo estar. "Dejarlo estar" es una expresión más adecuada que "dejarlo pasar", porque cuando normalmente oímos "déjalo pasar", pensamos que tenemos que librarnos de algo, pero en realidad no podemos librarnos. Si lo intentamos, añadimos más irritación, ya que es como decir: "no me gusta". Pero esto es lo mismo que quererse liberar del propio brazo; es una parte de nosotros. Así pues, en lugar de dejar pasar algo que es difícil, dejarlo estar significa verlo tal como es, con claridad. Existe el miedo, la irritación, la alegría, el amor, la depresión, el odio, los celos. Existe cualquier otra situación que nos es desagradable, y emitimos un juicio sobre ella. Después, también está la autocompasión y el gozo. Son simplemente di versos estados de la mente. Es la mente, la mente universal, la que tiene en su interior todas estas cosas, y nuestra tarea consiste en aprender a relacionarnos con la mente de una manera sabia y compasiva.
Si no somos capaces de "dejarlo estar", la segunda fase es sublimarlo. Esto significa tomar la energía de nuestra dificultad y transformarla externa o internamente. Por ejemplo, para trabajar externamente con la irritación, podemos salir y cortar la leña del invierno como una manera de transformar la energía. Igualmente, para la transformación interna existen ejercicios para mover la energía dentro del cuerpo, desde el sitio en donde está bloqueada hacia una expresión más útil. Por ejemplo, la energía de la lujuria y del deseo sexual obsesivo puede subirse internamente al corazón, en donde se convierte en energía de deseo de conexión, pero mediante la compasión o el servicio. La transformación interna es más difícil.
Una tercera vía para enfocar las dificultades es el uso adecuado de la supresión, que es una especie de trampa, pero muy útil en algunas ocasiones. Un ejemplo concreto sería el de una mujer de profesión cirujano que está teniendo una pelea con su marido y su alarma personal empieza a sonar, ya que es la hora de ir a la sala de emergencias del hospital para realizar una operación torácica. No es entonces el momento de continuar averiguando lo que le ocurre con su marido. Es el momento de dejarlo de lado, hacer la operación y, más tarde, cuando las circunstancias sean apropiadas, volver a casa y continuar el diálogo para llegar a una conclusión.
Existen momentos adecuados en la práctica espiritual para suprimir, o poner de lado, energías muy difíciles, y esperar a que las circunstancias sean más tranquilas o favorables. Tal vez sea éste un periodo tranquilo para trabajar con un instructor o en una sesión de terapia, o de utilizar cualquier medio que nos ayude a manejar dichas energías de una manera sensata y competente.
Otros medios para enfrentar las dificultades consisten en explorarlas mediante la imaginación o ponerlas en acción de una manera consciente. Estas prácticas se hacen más difíciles y más tántricas a medida que descendemos en la lista, porque si no se actúa con mucho cuidado existe el riesgo de crear más deseo, de dar más poder a la irritación. La cuarta vía, ponerlas en acción mediante la imaginación, exige una atención total y cuidadosa para hacerlo de manera apropiada. En esta vía, uno se deja imaginar la acción plenamente con todas sus consecuencias. Por ejemplo, en caso de enfado, visualícese a si mismo golpeando; en caso de codicia, imagínese realizando su deseo, ya sea de comida, de amor, sexual o de cualquier otro tipo. Imagine que satisface sus deseos abundantemente, cómo se siente mientras tanto, y cómo se encuentra cuando ya está saturado. De hecho, al consentir y exagerar estos sentimientos, usted puede aprender qué significa liberarse de ellos.
La quinta vía es la más tántrica de esta lista. Consiste en poner en práctica el estado de la mente. Por supuesto, de alguna manera es lo que estamos haciendo todo el tiempo. Pero en este caso significa "ponerlo en práctica con conciencia, con atención, con plena vigilancia y, así, dedicar atención al conducir, al pagar las cuentas, a la gente que nos rodea". Esto es una verdadera dificultad muy frecuente para la mayoría de las personas, y por ello exige que nos extendamos en este punto.
Básicamente se trata de los rudimentos y de las prácticas que dirigen nuestra atención más plenamente al cuerpo y despiertan los chakras de abajo. Hay que pasear más, hacer más ejercicios físicos y dirigir la atención al vientre, en lugar de tenerla arriba, en la cabeza, los ojos o la nariz. Si no, la práctica se convierte en mental, visionaria y unilateral. Es enormemente importante integrar los chakras y los estados "superiores" en el cuerpo y en los sentimientos de esta encarnación física.
Este desequilibrio físico/mental es un fenómeno común, incluso en personas que están relativamente equilibradas en su práctica. Un meditador muy equilibrado tal vez requiera sólo unos cuantos días de integración. Pero cada vez que emprendemos una jornada intensiva y concentrada en un retiro, tenemos que construir dentro del sistema un proceso para volver a entrar en ella, y un método para integrar las experiencias, tanto si estamos en medio como al final del retiro.
Una segunda clase de dificultades que suele surgir es la incapacidad para tomar decisiones. Muchas personas que han llevado a cabo algún tipo de práctica espiritual pierden su capacidad para recordar cosas y desarrollan un incapacidad cada vez mayor para tomar decisiones. En casos extremos, pueden convertirse en "cestas espirituales": fáciles de convencer, débiles e indecisas. El proceso de pensamiento puede ser algo así como: "Bueno, todo se está ya desarrollando... esperemos y veamos qué es lo que el Señor quiere de nosotros". Son incapaces de actuar y de vivir en conexión normal con el traba jo, la familia y las relaciones, o de responder a preguntas como, ¿dónde tengo que ir?, o ¿cuál es mi próximo paso?
Esto sucede por un par de razones. Una, porque existe una desorientación cuando pasamos un tiempo en un retiro de meditación o en un ashram, o incluso en casa meditando excesivamente, ya que nuestra atención no está en el mundo, sino en otra serie de experiencias y referencias. En segundo lugar y de manera muy significativa, la práctica espiritual puede frecuentemente disminuir de manera legítima la motivación por las cosas del mundo. Situamos nuestra motivación en intentar descubrir cómo puede crecer la conciencia, cómo desarrollar la mente y los sentimientos de amor universal. Cuando todas estas cosas constituyen el punto de atención de una persona, disminuye su motivación para conseguir un trabajo; ha bajado la temperatura, su interés por las cosas del mundo.
Surgen entonces una serie de valores que se alternan y que suponen un conflicto para muchos estudiantes de meditación cuando vuelven a entrar en el mundo. Tenemos que considerar, si queremos ordenarnos como monjes, renunciar al mundo y vivir en un monasterio. En caso contrario, tenemos que aceptar la difícil tarea que implica vivir en el mundo de una manera espiritual. Una vez más, esto también forma parte del curso natural de la práctica espiritual y es una clase de dificultad que hay que trabajar en el camino y comprender por dentro.
La tercera dificultad surge porque el proceso del pensamiento se detiene cuando llegamos a concentrarnos. Y cuan do el proceso de pensar se hace más lento, como es el mismo estado de comparación que se utiliza para tomar decisiones, es todavía más difícil pensar correctamente. Entonces nos sentimos vacíos o confusos y somos realmente incapaces de decidir.
La cuarta dificultad consiste en que, al aprender a desarrollar una atención constante, nuestras mentes llegan a un estado de no apegarse a lo agradable ni resistirse a lo desagradable, que es la clase de atención equilibrada que se necesita para la introspección. Pero es una atención diferente de la que se requiere para decidir planes de carrera, escoger la pareja o decidir cómo cuidar la casa o el coche. Ésta es una segunda clase de atención, llamada "atención dirigida o cultivada", una sabia reflexión o acción, que normalmente no es fortalecida (ni debilitada a veces) por la meditación.


La clase de atención que se desarrolla mediante la meditación interna consiste más en una atención pasiva, en la que el componente activo es simplemente la intensidad de la observación o investigación, pero que no incluye el elemento activo de elegir o decidir.
La manera de trabajar sobre estas dificultades a medida que van surgiendo es desarrollar los rudimentos de la práctica. Existen muchos ejercicios y métodos de meditación que nos hacen volver y conectar con nuestro cuerpo y con el plano terrenal. Esto exige una voluntad de observar nuestros apegos y darnos cuenta de que, a menos que queramos vivir como monjes o monjas, tenemos que volver e integrar nuestras vidas en el mundo. Significa que tenemos que empezar de nuevo nuestro mecanismo de pensamiento, reflexionar sobre nuestra vida, considerar el dinero y las necesidades particulares de nuestra sociedad y cómo vamos a vivir en ella. Al principio, el proceso de enfrentamos a todas estas cosas puede parecer algo doloroso cuando la mente está en calma. Existe un reingreso real en un terreno de vértigo, y el dolor de aceptar que somos seres limitados en una realidad física que tiene que ser enfrentada para que el corazón se abra y la mente sea capaz de volver plenamente al mundo.
Después de una práctica interior intensa surge otra dificultad para aquéllos que descubren que han utilizado la práctica como una vía de escape, como una vía de negación o supresión en sus vidas. Muchos estudiantes han utilizado la meditación, no sólo para descubrir territorios internos y encontrar un equilibrio interior, sino también para escapar. Porque tenemos miedo del mundo, miedo de vivir plenamente, miedo de las relaciones, del trabajo, de algún aspecto de lo que significa estar vivos en el cuerpo físico, nos lanzamos a la meditación. Cualquiera que haya practicado habrá visto probablemente algo de esto en su propio corazón y en su propia mente.
Debemos entender que la meditación, como cualquier clase de terapia o disciplina, puede utilizarse de manera experta,para ser más libres, para alcanzar la liberación, para abrir el corazón. Pero puede también utilizarse de manera defensiva al servicio del ego y de nuestros miedos; al tranquilizamos no tenemos que enfrentarnos a ciertas dificultades; siguiendo nuestra respiración podemos querer evitar sentir ciertas emociones difíciles; prestando atención a la luz evitamos ciertos aspectos de nuestra sombra, de nuestro lado oscuro.
Existe una brillante exposición de cómo la práctica espiritual puede ser mal utilizada para reforzar nuestro ego o para crear una nueva autoimagen mejorada; todo esto está muy bien descrito en el libro de Chógyam Trungpa Rinpoche Cutting Through Spiritual Materialism. En los comportamientos externos, a través de las emociones y, especialmente mediante nuestro apego a los nuevos puntos de vista e ideales, tal vez hagamos inconscientemente una imitación de la espiritualidad, utilizando su formas, meditaciones y creencias, creando un lugar donde esconder o buscar nuestra seguridad en un mundo permanentemente en cambio.
A medida que maduramos en nuestra práctica, si deseamos llegar a una libertad más plena, tenemos que hacer surgir en la conciencia -y enfrentar- las maneras en las que hemos intentado hacer una imitación, escaparnos o escondernos. Las personas que no enfrentan esto después de un cierto periodo de práctica pueden estancarse, volverse meditadores crónicos internamente deprimidos, porque el proceso real de crecimiento se ha detenido, aunque en lo externo sigan las formas y los ideales de la práctica y afirmen estar satisfechos con ello. Estos temas requieren investigación e integridad de corazón para abrirnos de nuevo al crecimiento de una espiritualidad real.
Cada persona aportará también su propia tendencia neurótica a la práctica. En la psicología budista estos estilos se des criben sobre la base de las tres categorías esenciales de codicia, aversión y confusión, mientras que en otros sistemas se introducen otras clases de tipologías neuróticas. Una vez más,para evitar este escollo, debemos hacernos conscientes de nuestra tendencia neurótica personal, de manera que no se convierta en una trampa en la que podamos caer durante nuestra práctica.
En caso contrario, las personas codiciosas se verán codiciando experiencias espirituales, conocimiento espiritual, amigos espirituales, rituales y ceremonias, sin darse cuenta de su aspecto neurótico. Igualmente, las personas con tendencias a la aversión, a las que normalmente no les gusta la vida práctica, pueden utilizar la meditación para condenar a los demás y tratar de escapar del mundo, o como un medio para juzgar todas las demás vías como erróneas. Las personas que pertenecen a la categoría de la confusión corren el peligro de que darse estancados en la duda o en su opuesto, la fe ciega que les alivia pero que no les ilumina. Tenemos que entender que cada una de estas trampas, además de ser un peligro, brinda una gran oportunidad de desarrollo interior. Cada categoría neurótica puede transformarse en cualidades positivas y útiles mediante el desarrollo de nuestra atención. Muchos de los mejores libros de tantra describen este proceso.
Pero aun así es corriente que encontremos maneras de utilizar la meditación para escapar o que la malinterpretemos para aumentar nuestros miedos y nuestro aislamiento. Se nos enseña que a través de la práctica de la meditación surgen cualidades de amor desinteresado, ecuanimidad, alegría empática, compasión... Aunque todas ellas tienen enemigos inmediatos que se acercan disfrazados, por lo que existe una enseñanza sistemática de cómo reconocerlos y no ser atrapa dos por ellos.
El enemigo inmediato del amor desinteresado es el apego. Cuando aparece, se enmascara como amor desinteresado, pero en realidad se trata de un estado en el que la persona se ve atrapada en el querer o desear algunos acontecimientos o personas, en lugar de amarlas. En estos casos, surge un sentimiento de separación, y así sentimos el "te necesito", en lugar de amar abiertamente a la persona en cuestión o la cosa de que se trate, o vivirlas tal como son.
Igualmente, el enemigo inmediato de la compasión es la piedad, que se expresa de la siguiente manera: "Oh, qué pena de aquellas personas; cómo sufren". En este caso, es como si las considerásemos de alguna manera separadas de nosotros. Esta actitud nos separa, mientras que la verdadera compasión sabe que estamos todos "en la misma sopa", que todos sufrimos de manera universal, que formamos parte del corazón de la madre del mundo y que, como la madre del mundo, cada uno de nosotros carga con una parte del dolor cósmico. Cada uno de nosotros tiene una cierta cantidad de sufrimiento. Esto forma parte de lo que significa tener un corazón, de estar vivo. Y se dice que estamos llamados a descubrir este hecho con alegría en vez de autocompasión, a aprender cómo relacionarnos con él con apertura y no con miedo.
El tercer enemigo inmediato -que es el enemigo de la ecuanimidad- se llama indiferencia. La indiferencia se expresa de esta forma: "No me importa; permaneceré en calma y olvidaré todo lo demás. De todas maneras todo es `vacío'. Si no funciona una pareja, me puedo casar con otra. Si este trabajo no va bien, puedo encontrar otro. No estoy apegado". Probablemente usted ya ha oído alguna vez estas frases o esta manera de razonar. No es ecuanimidad sino indiferencia. Cada uno de estos tres enemigos inmediatos se disfraza de amor, de compasión o de ecuanimidad, pero cada uno de ellos está basado en la separación, la ignorancia, y el miedo.
La verdadera práctica y ecuanimidad espirituales no consisten en un apartamiento de la vida, sino en un equilibrio que se relaciona total y plenamente con ella. En la práctica espiritual, uno abre el cuerpo, la mente, y el corazón, y de alguna manera se vuelve más transparente, más capaz de recibir plenamente la vida con armonía. La apertura espiritual no consiste en retirarse a algún reino imaginario o a una cueva segura. No es una retirada, sino una implicación en toda la experiencia de la vida con sabiduría y con un corazón lleno de bondad, sin ninguna separatividad.
Hasta aquí, hemos aprendido a enfrentarnos a las dificultades preliminares de nuestra práctica. Podemos actuar frente al dolor, conocemos la diferencia entre la ecuanimidad y la indiferencia, y hemos aprendido cómo trabajar con los obstáculos. Hay que saber que no han desaparecido, sino que están ahí durante mucho tiempo. Incluso cuando pregunto a un grupo de estudiantes avanzados cuáles son las dificultades sobre las que están trabajando, inevitablemente responden: "La pe reza, el miedo, la codicia, la irritación, la ilusión, y la auto crítica"; la historia de siempre. Parece que es lo mismo para los que empiezan y para los avezados. Cuando usted haya avanzado bastante, aprende a cómo relacionarse más sabia mente con estos obstáculos, pero ha de pasar mucho tiempo antes de que dejen de surgir.
Llegados a este punto, el corazón y la mente están más calmados y pueden relacionarse con más sabiduría y atención con lo que surge en el presenté.-Entonces tal vez decidamos profundizar en nuestra práctica. Para emprender esta etapa hacen falta unas bases de virtud, el establecimiento de una moral básica de no hacer daño. Los preceptos budistas son cinco: 1) No matar; 2) no robar; 3) no mentir, murmurar ni criticar; 4) evitar una conducta sexual abusiva -una actividad sexual que cause sufrimiento o perjuicio a otra persona-; 5) abstenerse de sustancias tóxicas que conduzcan al desinterés por todo o a la pérdida de conciencia. Tenemos que darnos cuenta de que la práctica no está separada de nuestra vida, y tenemos que examinar nuestra vida en las zonas conflictivas o inconscientes. Una herramienta poderosa para asentar nuestra vida en armonía con el mundo que nos rodea es cumplir el precepto de no hacer daño a nadie. Existen muchas enseñan zas importantes acerca de cómo utilizar los preceptos de formación moral para desarrollar la conciencia y una relación amorosa y reverente con la vida.

Sin estos preceptos como garantía no es posible emprender el viaje espiritual de una
manera profunda. Algunos de los pioneros de la reciente práctica espiritual occidental, en especial aquéllos que utilizaban sustancias psicodélicas y otros métodos bruscos, se encontraron a veces en dificultades por que no entendían los rudimentos de estos preceptos de no hacer daño a los demás ni a uno mismo, mediante la palabra o la acción injustas, y mediante el abuso de la sexualidad o de las sustancias tóxicas. La conducta basada en estos preceptos es la base para calmar la mente y para vivir una vida en armonía con las plantas, los animales y todo el planeta. También se vuelve el soporte para desconectarnos del poder ostentoso de la codicia, el odio y el error. Casi todas las ocasiones en que rompemos estos preceptos, frecuentemente con independencia de nuestros propios deseos, surgen porque la mente se ha llenado de odio, codicia o ignorancia. Los preceptos son una fuente de conciencia en cualquier oportunidad en que se manifiesten. El fundamento de nuestro avance en la práctica espiritual exige que prestemos atención a nuestras palabras, acciones, sexualidad y al uso de sustancias tóxicas.
Una segunda comprensión, también fundamento de nuestra práctica, es que ésta puede aprovecharse inicialmente para crear una sensación de bienestar y de satisfacción, de facilidad espiritual y de disfrute en nuestra vida. Pero existen dos ni veles en la práctica espiritual. El primer nivel el aquel en el que nos volvemos más tranquilos, hacemos algo de yoga, abrimos el cuerpo, practicamos algunos ejercicios de respiración, pronunciamos "aun" antes de cenar, formamos círculos agarrados de la mano con otras personas y vivimos una vida más simple y ética. Todas estas cosas -desarrollar la virtud, vivir una vida ética, aquietar y concentrar la mente- nos conducen al bienestar y a la alegría. Nos llevan a la felicidad y a la armonía en nuestras vidas.
El segundo nivel de práctica espiritual, que es el siguiente, lo emprenden aquellas personas interesadas en practicar para alcanzar la liberación, la libertad más profunda posible para un ser humano. Y este nivel de práctica no tiene nada que ver con la felicidad o la comodidad en un sentido corriente.
Se empieza con la virtud, la concentración, calmar y relegar el cuerpo, y abrir el corazón desarrollando el amor desinteresado. Pero cuando estamos preparados para profundizar, hay que abrir la totalidad del mundo interno. Y esto exige de nosotros la voluntad de tener la misma actitud ecuánime ante el placer y el dolor, abrir y tocar lo que Zorba llamaba "la catástrofe total", y mirar directamente dentro de la luz y de la sombra del corazón y de la mente.
Supongamos que queremos hacerlo. Ya hemos aprendido cómo trabajar con los obstáculos, tenemos nuestra virtud y nuestras acciones intactas en el mundo como base para la práctica; hemos empezado a concentrar la mente y a no ser atrapados por la inquietud, el miedo y el deseo; hemos aprendido a prestar atención y a estar más presentes en el instante. ¿Cuál es el próximo paso?
Lo que suele suceder después es que la concentración empieza realmente a desarrollarse y, con más entrenamiento, la mente comienza ser más constante en su concentración sobre el objeto de la meditación, ya sea la respiración, la visualización, la luz... A medida que se va forjando esta constancia de la mente, se abre la puerta a través de la que pueden emerger la mayoría de los reinos del espíritu.
Cuando se desarrolla la concentración, pueden empezar a manifestarse algunas de las llamadas experiencias espirituales. De hecho, muchas son efectos colaterales de la meditación, y cuanto mejor los entendamos menos peligro habrá de que nos quedemos atrapados en ellos o los confundamos con la meta. Consideremos lo que puede presentarse con el desarrollo de una concentración más intensa.
En primer lugar, en muchas personas surgirá el arroba miento. Éste tiene cinco niveles tradicionales o grados. A muchos suele acontecerles en los retiros largos e intensivos de diez o más días, aunque a otros les ocurre en su práctica diaria. El arrobamiento no le sucede a todo el mundo, ni es imprescindible como etapa previa a la sabiduría. Pero llegados a cierto punto, se da en muchas personas.
Este proceso lleva aparejado con frecuencia temblores y también fuertes liberaciones espontáneas de energías físicas en el cuerpo, llamadas kriyas, que pueden asustar a las personas afectadas. Pueden producirse de muchas maneras. A veces aparecen como un único movimiento involuntario o como la liberación de un nudo o de una tensión. En otras ocasiones, pueden adoptar la forma de movimientos más complejos y espectaculares que pueden durar varios días. Siendo monje en un monasterio tailandés, recuerdo haber estado en un retiro de un año, meditando dieciocho horas al día, en el que se alternaba una hora sentado y otra paseando. En algún momento se produjo una fuerte liberación y mis brazos empezaron involuntariamente a aletear como si fuera un pollo o un pájaro. Entonces fui al maestro, y éste me dijo: "¿Estás sien do consciente de ello?". Yo respondí: "Estoy seguro de que sí". Él me dijo: "No, ¿estás plenamente atento? A ti no te gusta. Quieres que se pare". Yo respondí: "Tiene razón". Entonces me dijo: "Vuelve y limítate a observarlo". Durante dos días estuve sentado mirando cómo mis brazos aleteaban.
Es importante entender y respetar la profundidad de nuestros patrones de ser y de estar. Existen profundas liberaciones y aperturas del cuerpo que tienen lugar a lo largo de meses y años de práctica espiritual. Uno de los trabajos corporales más profundos sucede mientras nos sentamos en silencio y la energía de nuestro sistema corporal se abre y se reequilibra.
Pueden darse otras muchas clases de arrebato, como todo tipo de sensaciones a lo largo del cuerpo, vibraciones, hormigueos y pinchazos. A veces es como si hormigas u otros insectos estuviesen recorriendo todo el cuerpo; otras veces se siente mucho calor, como si la columna vertebral estuviera ardiendo. Todo esto puede alternarse con sensaciones de frío,que empieza como un pequeño frescor y acaba en un estado de profundo frío. Tal vez se vean luces de colores; al principio son azules, verdes o púrpuras. Después, cuando la concentración es mayor, surgen especies de luz dorada y blanca y, al final, una luz blanca muy poderosa. Es como si se mirase directamente al foco de un tren que se acerca, o como si todo el cielo estuviera iluminado por un sol blanco brillante. O también puede parecer que el cuerpo entero se disuelva en la luz. Éstos son algunos de los grados de arrobamiento que surgen, no sólo en los yoguis, sino también en los occidentales que practican con intensidad. Las personas muy avezadas en la concentración suelen tener este tipo de experiencias.
También puede surgir una serie de extrañas percepciones alteradas. Por ejemplo, puede que el cuerpo parezca muy gran de o muy pequeño. Puede sentirse uno pesado como una piedra o que se es aplastado por una rueda. O puede uno sentirse flotar y necesitar parpadear para asegurarse de que está real mente en el suelo. Esto me ha sucedido en varias ocasiones.
Existen experiencias similares cuando se medita paseando. Puede uno pasear y estar tan concentrado en los pasos que parezca que toda la sala empieza a ser sacudida como si fuera un barco en medio de la tormenta; pone uno el pie en el suelo y se siente como si estuviera borracho o a punto de caerse. O se produce una disolución y todo empieza centellear convirtiéndose en luz.
Puede suceder todo este tipo de fenómenos. A veces es como si la nariz estuviera fuera del cuerpo y la respiración es tuviese un metro delante de uno, o la cabeza se doblase hacia atrás. También hay dolores que surgen a veces, en especial con la apertura de los diferentes chakras. Y lo mismo que se liberan sensaciones profundas, también lo hacen potentes so nidos internos, como campanadas y sonidos por el estilo. Existen cientos de clases de estados alterados de conciencia.
Igual ocurre en el nivel emocional. A medida que uno profundiza en la práctica, se produce una liberación de las emociones más intensas, como desesperación, placer, éxtasis, penas profundas y muchas clases de miedos. También pueden surgir preocupaciones, remordimientos y culpabilidad por cosas del pasado, y ansiedad por el futuro. Se ha permitido que se libere el almacén primario inconsciente emocional. Al principio, se producen muchos altibajos en las emociones, lo que exige alguna clase de guía o un maestro experimentado para que le ayude a uno dándole un sentido de equilibrio. Después están las visiones de vidas pasadas, enormes templos, escenas de otras culturas, o cosas que nunca se han visto antes, además de los colores y de las luces. Estos estados llaman a la puerta del inconsciente colectivo que contiene todas las visiones de la humanidad dentro de sí, y por ello pueden surgir en la meditación.
Existe una gran apertura de los sentidos que puede volverse increíblemente refinada. Se puede oír, oler o ver de una manera muy superior a la percepción cotidiana. Recuerdo una vez que estaba caminando con mi taza de pedir recolectando limosnas. Normalmente no puedo oler bien porque sufro de alergias. Esa mañana estaba como el más sensible de los perros. A medida que caminaba por las calle, a cada paso que daba podía oler un olor diferente: algo cocinándose, la basura en la acera, un fertilizante más allá, la pintura nueva de un edificio ante el que pasaba, o alguien que encendía un brasero de carbón en una pequeña tienda china. Fue una experiencia extraordinaria pasar por el mundo conectado de manera primaria con el olor. Casi no vi ni oí nada a causa de la intensidad de los olores. Lo mismo puede ocurrir con la vista o el oído, y más allá de todo esto existe una apertura psíquica, en la que uno puede casi tocar las visiones y los olores, y las cosas que están más allá del presente: visiones de vidas pasadas y de acontecimientos futuros, y cosas por el estilo.
Toda esta enorme variedad de experiencias extraordinarias plantea una carrera de obstáculos, de dificultades repetidas y riesgos para el viaje espiritual. La principal dificultad en todos estos estados alterados de conciencia es que las personas se asustan con todas estas experiencias o se resisten y las juzgan: "Mi cuerpo se está disolviendo, tengo pinchazos, me estoy quemando, tengo mucho frío, los sonidos son demasiado fuer tes, hay demasiados sonidos interiores que me molestan". Surgen la aversión, la defensa y el miedo ante estas experiencias. Cada vez que nos resistimos a ellas nos atrapan, y mediante el miedo y la incomprensión podemos luchar con ellas mucho tiempo. Si no tenemos miedo de estas experiencias y las disfrutamos, podemos vernos atrapados en el extremo opuesto: un poderoso apego a las mismas. Por el hecho de que muchas de las experiencias no habituales de luces o de arrebatos y otros fenómenos similares son muy agradables y parecen ser importantes en la meditación, tendemos inmediatamente a apegamos a ellos, y como se viven como maravillosos, intentamos conservarlos y repetirlos. Repetirlos se llama en la meditación apostar por "el premio de consolación".
Se pueden tener dichas experiencias y después intentar forzarlas a que se reproduzcan en la próxima meditación. Se vuelve a la postura del cuerpo que parecía adecuada y a repetir la forma de respirar de la última vez. Es posible que se logren de nuevo, pero entonces no se está abierto para la próxima experiencia. Y esto nos paraliza totalmente. De hecho, el verdadero camino es el de dejar que las cosas sucedan, y el verdadero proceso consiste en abrir cada zona del cuerpo y de la mente y encontrar la libertad.
Buda declaró que el único objetivo de la enseñanza no era obtener méritos, hacer buenas obras, alcanzar el éxtasis, la visión interna o la beatitud, sino la Liberación certera del corazón, una liberación real en todos los dominios del ser. Ésta y sólo ésta es la meta de cualquier enseñanza verdadera.
La meditación producirá de manera natural experiencias de calma, de éxtasis, de simplicidad, y otros fenómenos más extraordinarios. Aunque de alguna manera son beneficiosos,deben ser considerados como efectos secundarios del camino. A estos estados se les llama "las corrupciones de la comprensión interior": concentración, luz, éxtasis, gozo, visiones. Se les llama así porque, aunque sean resultados positivos de la meditación, cuando surgen tenemos la tendencia a identificarnos con ellos -tomarlos por el "yo" o como "nuestros"- y a aferrarnos a ellos. Entonces nos quedamos estancados y no aprendemos lo que significa la libertad real.

Así pues, existe una realización necesaria que debe llegar en este punto de estancamiento en la meditación: la toma de conciencia de que la verdadera libertad en la práctica de la meditación proviene únicamente de la actitud de dejar pasar cualquier cosa que se presente, con independencia de lo maravillosa o dolorosa que sea. Es necesario que aprendamos que, a medida que observamos con conciencia y sabia atención, puede ocurrirnos una de estas tres cosas: que la experiencia se desvanezca, que permanezca o que empeore. ¡Pero esto no es asunto nuestro! Nuestra tarea consiste en experimentar el mundo de los fenómenos en toda su infinita riqueza -ver, oír, oler, gustar, tocar y pensar- y encontrar la libertad y la grandeza de corazón en medio de todo este cúmulo abrumador de estímulos sensoriales.
En la práctica de la meditación, toma bastante tiempo aprender a integrar los fenómenos que surgen; en este punto, normalmente se acepta la guía de un instructor experimenta do. Una vez que hemos aprendido a observar sin quedarnos enredados en las corrupciones de la comprensión interior y en su atracción, y a fluir con todas esta experiencias positivas, pueden surgir niveles más profundos de percepción interna, y con ellos nuevas dificultades.
En este punto, es importante señalar que no todo el mundo tiene esta clase de experiencias en su vida espiritual y que tampoco son necesarias. Éstas no deben convertirse en fuente de comparación o de juicio, sino en recordatorio de uno de los aspectos del viaje espiritual, en el que algunas personas se quedan atrapadas y otras se liberan. Además, no es el aspecto más importante de la búsqueda espiritual.
En la práctica de la meditación existen muchos ciclos. Algunas de las cosas que se encuentran en medio (le la vida cotidiana pueden ser tan profundas y esenciales, o incluso más, que estos estados alterados de conciencia. Sin embargo, es muy importante para nuestra práctica espiritual saber cómo actuar respecto a esta gran variedad de estados alterados cuan do se presentan.
En esta fase de la práctica constante, o quizá antes para algunas personas, puede aparecer una serie de poderosos fenómenos energéticos, que a veces se llama el despertar de la Kundalini. Con esto se quiere describir simplemente una pro funda apertura de los centros energéticos del cuerpo, o chakras, y una apertura simultánea de los nadis, o canales corporales de energía. Aunque existe un patrón básico, puede su ceder de muchas maneras.
A veces, cuando uno se sienta y alcanza un cierto grado de concentración, el cuerpo empieza a arder o surge una sensación de calor en la columna, acompañado de vibraciones y temblores. En algunas ocasiones, puede uno sentir realmente la energía moviéndose físicamente dentro del cuerpo como si fuese fuego. pulsaciones o vibraciones que se desplazan a través de los canales bloqueados para abrirlos y liberarlos. Estas aperturas de energía pueden durar horas, semanas o meses. Todo forma parte del proceso de apertura psicofísica y de purificación.
Cuando se abren los diferentes chakras, surgen una gran variedad de fenómenos físicos extraordinarios. Puede producirse tensión y tos en la garganta: he visto a personas sentadas durante varios días tragando saliva ruidosamente. Cuando se trata de los chakras inferiores, la primera apertura puede comportar miedo y tensión; pueden producirse náuseas y vómitos. Con la apertura del chakra sexual pueden aparecer otras experiencias, que incluyen visiones de todo tipo de encuentros
sexuales que uno pueda imaginar y enormes olas de lujuria y éxtasis.
Cuando se abre el chakra del corazón, se manifiestan la amabilidad y el amor, pero normalmente esto va acompañado de mucho dolor, ya que la mayoría de nosotros tenemos puntos de tensión y de bloqueo en el corazón. En muchos retiros me han venido a decir, en especial médicos y enfermeras: "Por favor, ¿podría llamar a una ambulancia? Tengo un ataque al corazón, estoy seguro, porque conozco los síntomas. Soy médico y entiendo de esto". O también: "Me duele el corazón y el brazo. Debe ser mi angina de pecho que está empeoran do"; y otras cosas por el estilo. Y casi siempre se trata de la apertura del chakra del corazón.
Normalmente suelo decirles: "¿Qué mejor sitio para morir que un retiro, no les parece? Todavía no se nos ha muerto nadie, aunque podría ocurrir algún día". A pesar de todo, es fundamental tener el corazón abierto. Así pues, les digo: "Vuelva Ud. a sentarse para meditar. O su corazón se abre dentro del cuerpo o fuera de él".
Existen muchas clases de experiencias con los chakras. La energía liberada puede volverse muy fuerte, hasta el punto de no poder dormir durante varias noches por la cantidad de la misma que circula dentro del cuerpo. Todo él se pone a vibrar. Puede haber semanas en las que se siente como un fuego continuo y la visión está alterada, casi tanto como si se hubiera tomado LSD. Tal vez duelan y quemen los ojos y aparezcan otros muchos síntomas.
En lo que concierne a las dificultades y peligros, puede uno preguntarse qué hacer cuando se alcanza un grado extremo, hasta el punto que sobrepasa la capacidad de la persona afectada de trabajar sobre este estado de una manera adecuada. La respuesta es hacer más lento el proceso y centrarse en hacer cosas elementales y básicas. Tomar duchas, hacer unas carreras, pasear, hacer tai chi, cavar en el jardín o hacer cualquier otra cosa en conexión con la tierra. Desde el punta de.vista interno, se puede llevar la atención al cuerpo recorriéndolo de arriba a abajo en toda su extensión, visualizar la tierra, darse un masaje o practicar cualquier otra técnica corporal, o también hacer cualquier movimiento que ayude a liberar la energía. Asimismo puede funcionar la acupuntura para casos intensos de Kundalini, en especial si la practica alguien que sabe cómo equilibrar los elementos en este sistema. También ayuda cambiar la dieta y comer alimentos consistentes, como cereales y carne para asentarse. Hay que realizar cualquier tipo de actividad que calme y le haga a uno aterrizar.
Algunas veces, estas experiencias pueden ser extraordinariamente fuertes. En cierta ocasión, un joven estudiante de karate estuvo meditando durante tres meses en un retiro de nuestro centro en Massachusetts. Era uno de esos jóvenes espirituales demasiado entusiastas, y en algún momento del retiro decidió iluminarse. Contraviniendo nuestras instrucciones, se sentó sin moverse por la mañana temprano durante todo el día y toda la noche. A la mañana siguiente, vino al comedor después de haber estado meditando sin parar durante veinticuatro horas.
Había pasado por sensaciones de fuego e intenso dolor; cuando se llega a esto, la conciencia casi se separa violentamente de su identificación con el cuerpo. El dolor, el fuego, el calor o cualquier otra sensación es tan fuerte que la conciencia es catapultada fuera del cuerpo. Existen muchas otras maneras más suaves de tener experiencias de salida del cuerpo, pero al joven le sucedió muy abruptamente y salió con una tremenda energía. En medio del comedor, empezó a desvariar completamente; tenía una psicosis "kundalínica" temporal. Empezó a dar alaridos y a hacer sus ejercicios de karate a una velocidad tres veces superior a la normal. Nadie podía acercársele. Era una situación muy intensa. A su alrededor estaban todas las personas que habían estado meditando en silencio con él durante dos meses. Toda la sala estaba llena de su energía, y en el silencio flotaba el miedo que surgía en muchas personas, sensibilizados por tanto tiempo de meditación y sobrepasadas por esa clase de energía.
Después de haber empezado a hacer ruidos, dijo: "Miro a cada uno de vosotros y no veo sólo el cuerpo, sino que veo una serie de vidas pasadas en cada persona que miro". Estaba vi viendo en una dimensión muy diferente de conciencia, alcanzada por haber forzado el cuerpo más allá de sus límites. Pero no podia sentarse tranquilamente en absoluto ni centrarse, y tenia miedo del estado maníaco de agitación en el que se veía a sí mismo. Era como si se hubiera vuelto temporalmente loco.
¿Qué es lo que hicimos con él? Le hicimos que empezara a correr todos los días, ya que de todas maneras era un atleta. Conseguimos que corriera mañana y tarde, quince kilómetros al día. Cambiamos su dieta; mientras que todo el mundo es taba comiendo comida vegetariana, le dimos filetes y hamburguesas. Hicimos que tomara baños y duchas frecuentes. Le teníamos paseando y trabajando, y después le hacíamos cavar en la huerta. Al cabo de unos tres días se calmó. Aunque sus experiencias podían conllevar aperturas psíquicas y espirituales, no fueron producidas de una manera natural y equilibrada, y por ello no podía integrarlas.
Existen estados que se parecen a las psicosis que pueden surgir en ciertas fases de la meditación. Durante los últimos doce años hemos tenido varios miles de personas en nuestros retiros. De todas ellas, sólo media docena pasaron por rupturas psicóticas. En general, eran personas que ya habían sido hospitalizadas previamente por enfermedades mentales. Muchas de las personas que han sido hospitalizadas previa mente llegan a la meditación y se ven repitiendo sus experiencias supuestamente psicóticas. Es casi forzoso que esto ocurra en la práctica espiritual, ya que lo que más tememos es lo que se manifiesta más tarde. Es como decir: "Intenta no ver un elefante".
Cuando llegamos al silencio aparece lo que más tememos. La mayoría de las personas puede volver a experimentar estos traumas del pasado en el contexto seguro y equilibrado de un retiro. La meditación proporciona suficiente apoyo como para que puedan recordar y entrar en contacto con zonas de miedo, y comprobar que se trata sólo de otra parte de la mente. Pero en algunas personas la meditación intensiva puede reactivar la psicosis y catapultarles fuera del cuerpo, de manera que ya no son capaces de relacionarse de una manera normal.
Estos estados abarcan alucinaciones auditivas y visuales tan fuertes que, en el caso del estudiante al que nos hemos referido, no podía detenerse el tiempo suficiente para comer o hablar con alguien. Otros casos se caracterizaban por la obsesión, la ausencia de sueño y diversas clases de paranoia y miedo. Aunque la mayoría de los estudiantes eran alentados a sentarse y a pasar por sus experiencias, en estos pocos casos extremos, intentábamos calmar a la persona o hacerla "aterrizar" y reducir la velocidad del proceso. Si esto no funcionaba, uno de nuestros amigos psiquiatras prescribía una dosis de algún tranquilizante en pequeñas cantidades para hacer volver a la persona afectada a su estado habitual. Un par de personas fueron hospitalizadas algunas semanas. Básicamente utilizábamos la medicación como forma de hacer "aterrizar" a alguien, porque no teníamos los medios de continuar el trabajo en un punto intermedio.
Existe un artículo del psiquiatra Roger Walsh que describe su tratamiento de un número de personas en varios retiros hinduistas y budistas, incluido uno dirigido por Ram Dass. Este retiro fue el primero en el que Walsh vio "flipar" a alguien y entonces se dijo: "Bien, voy a conseguir ver cómo trata Ram Dass a un psicótico de una manera espiritual". Según cuenta Walsh, un joven estaba vociferando y delirando, y Ram Dass hacía lo que podía, cantando y tratando de centrarle y calmarle. Entonces, el joven se puso un poco violento y, mientras intentaban calmarlo, golpeó en el estómago a Ram Dass y éste recurrió entonces a los calmantes. Para todo hay un límite. Aunque yo no apoyo la utilización frecuente o indiscriminada de estas drogas, hay circunstancias en las que cumplen su función.
En estos casos, como en los fenómenos extremos de manifestación de la Kundalini, el principio básico es el "aterrizaje". Cuando yo trabajaba en un hospital psiquiátrico, estaba claro que los pacientes no podían meditar; muchos de ellos estaban ya mentalmente demasiado perdidos. De hecho, quienes necesitaban más la meditación eran los miembros del personal del hospital -médicos, enfermeras, asistentes sociales-, ya que muchos de ellos tenían sus propias tensiones y miedos en relación con los problemas de los pacientes. En cuanto a éstos, no se intenta enseñarles a meditar, sino que dejen de hacerlo. La meditación más provechosa es trabajar en el jardín o en la huerta, tocar la tierra, utilizar las manos, hacer yoga, volver al cuerpo o realizar cualquier actividad física que haga volver la mente a las cosas de todos los días. Con la meditación no intentamos producir una experiencia fuera-del-cuerpo, sino conseguir que la gente tenga una experiencia plena dentro-del-cuerpo.
Existe un texto concreto de la tradición Zen que trata de la psicosis inducida por la
meditación, y que se encuentra en el libro llamado The Tiger's Cave. Cuenta la historia de uno de los más famosos maestros japoneses Zen llamado Hakuin, que empezó a practicar la meditación y, después de arduos esfuerzos bajo la guía de un gran maestro Zen, tuvo una experiencia de iluminación a la edad de treinta años. Durante varios meses experimentó una profunda alegría y un sentimiento de gran paz en medio de la calma del bosque. Pero muy pronto se dio cuenta de que ya no estaba en armonía consigo mismo. "Actividad y calma. Ya no era libre de emprender cualquier cosa o de dejarla. Entonces pensé: 'Me sumergiré otra vez de lleno en la práctica y le entregaré toda mi vida'. Apretando los dientes, con los ojos bien abiertos, intentaba liberarme de este nuevo flujo de pensamientos y de somnolencia".
Pero no le sirvió de nada. Empeoró. Su boca ardía, sus pieses estaban helados, y en sus oídos había siempre un sonido tumultuoso como el de una corriente de agua. Incluso después de que un maestro Zen certificara su primer satori o iluminación, nada de lo que hacia podía detener estos fenómenos. Hakuin cuenta cómo sudaba y sus ojos se llenaban de lágrimas y que, después de intentar curarse, todo continuaba igual. Así que fue a los mejores maestros Zen y curanderos de su tiempo en busca de ayuda, pero no pudieron hacer nada por él.
Por fin, alguien le dijo: "Hemos oído hablar de un viejo eremita taoísta que vive en las montañas, que tal vez conozca el secreto para sanar tu meditación". Hakuin subió a las montañas para ver el eremita taoísta, que al principio no le dirigió la palabra. Entonces, se sentó fuera de la cueva y perseveró hasta que el eremita se dio cuenta de que se trataba de un monje sincero con un problema real. Entonces, el eremita le preguntó que cuál era su problema, y Hakuin le describió las dificultades que estaba atravesando.
El eremita le proporcionó una serie de enseñanzas, que están esbozadas en el libro mencionado, y que se centraban fundamentalmente en los dos aspectos de asentar y equilibrar la energía interna. En primer lugar, se sustrae la energía del último chakra de arriba, en donde se pierde al abandonar el cuerpo, y se la baja al vientre; se utiliza éste y la respiración para afianzar la energía en el cuerpo. En segundo lugar, el eremita enseñó a Hakuin una serie de visualizaciones basadas en el yoga interior taoísta, para crear una fuente equilibrada de energía que pudiera circular por todo el cuerpo. Siguiendo estas técnicas regularmente y practicando algunos otros ejercicios que le dio el eremita, Hakuin no sólo recuperó su equilibrio, sino que alcanzó de hecho un nivel más profundo de iluminación, y se convirtió en un gran maestro, especialmente capacitado para ayudar a las personas que tenían dificulta des en su práctica de la meditación.

Así pues, este tipo de dificultades no sólo suceden actual mente; existen descripciones de los yoguis que se han encontrado con ellas en todas las épocas, así como los principales métodos de práctica. Para proporcionar una idea de los niveles superiores de dificultad en la meditación, me gustaría describir una serie de estados que se pueden manifestar en la práctica avanzada del budismo. Cuando uno ha afianzado la meditación y atravesado las diferentes dificultades y obstáculos mediante el poder de la concentración, se alcanza el nivel llamado "concentración de acceso". Es la fase en la que se tiene acceso a zonas más profundas de percepción interna. En este punto, es posible dirigir la conciencia hacia estados de completo ensimismamiento y llegar hasta el nivel de la con ciencia cósmica. Estos dhyanas, o niveles de ensimisma miento, empiezan cuando la mente se llena de éxtasis y de luz y se detienen la mayoría de los pensamientos y de las percepciones externas. Se puede entrar en ellos centrándose en el amor desinteresado, un color, la respiración, un mantra o una visualización determinada. El camino y las prácticas para entrar en estos estados de máxima concentración están muy bien descritas en el texto budista El sendero de la purificación. En general, se trata de niveles de práctica muy difíciles de alcanzar por las atareadas mentes occidentales, aunque las personas que tienen una facilidad natural de concentración pueden lograrlos en unas cuantas semanas de práctica intensiva. Una de las dificultades que surgen en relación con estos esta dos consiste en que, aunque la mente se tranquiliza y entra en un estado de paz, no existen muchas posibilidades de que surjan percepciones internas profundas. Concentrarse tan plena mente detiene temporalmente los miedos y las preocupaciones y suprime los deseos y los planes, pero cuando salimos de este estado de paz vuelven a aparecer inmediatamente las dificultades.
Así pues, Buda recomendaba afianzar un cierto grado de concentración y después utilizarlo, no para encontrar una paz temporal, sino para examinar totalmente el cuerpo y la mente. Se alcanza el nivel de concentración de acceso, en el que existe una gran estabilidad, cuando la mente no vacila y hay muy pocos pensamientos. En este punto, la atención está totalmente centrada en el presente instante y puede dirigirse a partir de él a las experiencias sensoriales cambiantes, a la respiración, o al cuerpo, para revelar los niveles más profundos de comprensión interna. Lo que se revela entonces es un cambio constante de sensaciones del cuerpo físico y una rápida sucesión de fenómenos mentales, que surgen e interactúan casi de manera mecánica. Pueden observarse sensaciones corporales condicionadas por estados mentales y estados menta les que surgen condicionados por la manifestación de sensaciones. Lo que aparece es un proceso a todas luces impermanente y carente de "yo".

Cuando la observación y la introspección en el cuerpo y en la mente cambiantes se estabilizan inicialmente, surge un profundo estado de alegría y de libertad, que Daniel Goleman ha descrito como un pseudonirvana en Meditative Mind (obra publicada originalmente con el título The Varieties of Meditative Experience). En este estado uno encuentra alegría, equilibrio, una gran fe, concentración y una mente clara. Pero todos estos estados, que constituyen frutos importantes de la meditación, plantean un nuevo peligro llamado las corrupciones de la introspección. Cuando se empiezan a experimentar, uno está encantado y se agarra a ellos para intentar retenerlos, identificándolos con el objetivo de la meditación. No hay nada que sea implícitamente negativo en estos estados, lo que ocurre es que se convierten en un punto de estancamiento porque queremos retenerlos. En este punto debemos comprender claramente que el verdadero sendero de la liberación consiste en dejar pasar absolutamente todo -incluidos los estados y los frutos de la práctica-, estar abierto a lo que está más allá de esta mente y de este cuerpo tan limitados. Entonces la práctica sigue haciéndose más profunda.

Después llegamos a un nivel en el que abandonamos las corrupciones de la introspección que hayan surgido. Entonces nos decimos: "No voy a apegarme a la luz, a la ecuanimidad y al éxtasis, ni al sentimiento de poder interno. No voy a apegarme a todas estas cosas, sino que las dejaré venir y partir libremente". Estos peligros fueron también descritos por el Don Juan de Castaneda como apego a la claridad y a la luz. También surgen un enorme sentimiento de bienestar, una fe increíble o visiones de las propias vidas pasadas.
Pero todo esto ha de ser abandonado, y una vez ha sido abandonado, entramos en el siguiente nivel de la noche oscura; nuestra actitud de desapego nos permite una apertura a un nivel más profundo y a una serie de percepciones nuevas más hondas. Llegados a este punto, lo que ocurre es que todavía es mayor el nivel de atención y de concentración, y sentimos y vemos realmente cómo el mundo entero empieza a disolverse frente a nosotros.
Allí donde pongamos nuestra atención, ya sea nuestro mundo de la visión, la audición, el olfato, el gusto, o el tacto, comienza a disolverse. Apartamos nuestra atención de una imagen y vemos cómo se disuelve y aparece la siguiente, y si apartamos de nuevo la atención, ésta desaparece igualmente. Surge el sonido y sentimos que campanillea en el oído y va desapareciendo momento a momento. Las sensaciones, el gusto, los pensamientos, los sentimientos... allá donde situemos nuestra atención surge una sensación de disolución.
Para la mayoría de las personas, esta disolución viene acompañada de un gran malestar y de miedo, incluso de terror. No sólo desaparece el mundo externo cuando observamos la luz y los colores, y sentimos cómo surgen y desaparecen los objetos, sino que también el mundo interno empieza a desaparecer y perdemos todos nuestros puntos de referencia. Entonces nos preguntamos: ¿Quién soy yo en todo esto? A cualquier parte que mire, las cosas empiezan a disolverse". En este punto, pueden surgir también visiones muy fuertes. Aveces, visiones de la propia muerte o de la muerte de otras personas, guerras, ejércitos muriendo. A veces vemos cómo partes de nuestro cuerpo empiezan a desaparecer, descomponiéndose como si fuéramos un cadáver. Se trata de visiones muy convincentes en las que vemos claramente, no sólo cómo surge el mundo -que es lo que vimos al principio-, sino cómo desaparece inexorablemente.
Todo esto va acompañado de un sentimiento de terror, de malestar y de un gran sufrimiento. Puede entonces brotar una enorme compasión por el dolor del mundo. Existe el sufrimiento, no sólo de las cosas que son dolorosas en nuestra vida o al ver cómo se disuelve lo que nos es agradable sin que podamos retenerlo, sino también el sufrimiento de experimentar el fin de todo lo que continuamos creando y amando. Es claro que cualquier cosa que exista en el mundo de nuestros sentidos -familiares, personas que amamos, nuestro propio cuerpo...- tenemos que perderla.
En este dominio del terror surgirán también periodos de paranoia. Por cualquier lado que miremos nos da miedo. En cuanto pasamos por la puerta, puede sucedernos cualquier cosa. Bebiendo un simple vaso de agua podríamos morirnos si hay ciertos microbios dentro. Todo se vuelve una causa de muerte potencial o de destrucción en ciertas fases de esta no che oscura.
También surgen periodos de claustrofobia y angustia. No quiero extenderme en los detalles, porque no siempre sucede de la misma manera. No querría que la gente creyera que lo que describo es exactamente lo que les va a ocurrir. Algunas personas viven con mucha intensidad un aspecto; otras lo pasan por alto y llevan a cabo su práctica de la meditación de una manera diferente. Pero son experiencias ordinarias la disolución de la solidez del cuerpo y del mundo y una sensación de sufrimiento profundo. Posteriormente, estas experiencias conducen a un nuevo nivel, a un profundo dejar pasar.

De éste surge un hondo deseo de liberación en el que decimos: "Quiero relacionarme con este mundo de una manera diferente. Quiero encontrar realmente una libertad que no esté condicionada a ver, oír, oler, gustar y tocar, o a esta sensación de cuerpo, de mente y de yo separado".
Puede también surgir el sentimiento de lo difícil que es dejar que se desvanezca el "yo"; a esto se le llama "enrollar la esterilla". Es un sentimiento de imposibilidad, de que es demasiado duro, de que el mundo es muy difícil y la maraña de estar identificado con todas estas cosas es demasiado embrollada. Parece que está más allá de nosotros encontrar la salida. Lo único que deseamos es abandonar e irnos a casa.
Estas intensas fases de miedo y de disolución son difíciles de superar. Es importante tener un maestro: en caso contrario nos quedamos atrapados en ellas, nos perdemos, nos sobre pasan o abandonamos. Si dejamos de practicar en cualquiera de estas fases -la de miedo, la de claustrofobia porque tocan capas muy profundas del núcleo de la mente inconsciente, se convierten en corrientes subterráneas de nuestro inconsciente, y pueden pasar meses o años hasta que hacemos algo para volver a ese nivel y resolverlo.
Puede sucederles lo mismo a las personas que han tenido una experiencia profunda y difícil con LSD que ha sido incompleta. El recuerdo permanece en la superficie y pueden estar deprimidas, enfadadas o temerosas durante muchos años. Normalmente tienen que volver a descender al nivel que experimentaron, a través de la meditación,_ de una intensa terapia o de sustancias psicodélicas.
En estas fases es muy importante trabajar con un maestro que entienda lo que significa pasar por ellas. Pasar por ellas quiere decir situarnos en la posición en la que podemos mirar de frente y decir: "Esto también pasará", sin resistirnos ni aferrarnos a ello. Miramos a los horrores y a las alegrías con un corazón ecuánime y una mente abierta, y dejamos que se disuelvan nuestros apegos más profundos.

Cuando por fin lo hacemos, surge la más bella y profunda ecuanimidad en la que todo lo que aparece canta una canción, la canción del vacío que dice: "Todo surge por sí mismo, es inasible, nada de ello es `yo' o `mío'. Es sólo un mundo de fenómenos, de conciencia, de luz y de oscuridad manifestándose. En él no hay sensación de separación, sentido del yo".
Sólo existen momentos de ver, oír, oler, gustar, tocar y fenómenos mentales que se consideran claramente como anicca, dukka, y annata, como impermanentes, insatisfactorios e inasibles. No podemos aprehenderlos y decir: "Aquí es donde seré feliz". Desde este punto de observación todos los movimientos del cuerpo y de la mente tienen una irrealidad intrínseca y una condición de insatisfacción .Este nivel de ecuanimidad conlleva una especie de pro fundo descanso, en el que la mente se vuelve como un vaso de cristal o como el cielo, en el que todas las cosas están en equilibrio. Uno se vuelve transparente, como si cualquier fenómeno pasase sólo a través de la mente y del cuerpo y uno es simplemente espacio. Toda la identidad cambia y se revela el vacío o la verdadera naturaleza de la mente antes de ser en cerrados en un cuerpo y en el pensamiento de identificación -"esto es lo que soy"-, y de empezar a tener miedo de perderlo, preocupados por su apariencia, y de tener que ocupar nos de él de las mil maneras en que lo hacemos.
Este largo y profundo proceso espiritual de disolución y de apertura nos conduce a lo que la tradición mística cristiana llama la "divina apatía". No es una falta de amor, sino que es como el ojo de Dios que ve la creación y la destrucción y la luz y la oscuridad del mundo con un corazón que lo abarca todo , porque Él es todo ello. Entonces vemos que no somos nada y que lo somos todo.
La posibilidad de liberación procede finalmente de esta condición de equilibrio en la que se vuelven más nítidas que cualquier otra cosa las características de impermanencia, ausencia de yo e insatisfacción. Captamos el sabor de cómo es estar en el mundo, pero no nos dejamos atrapar por ninguno de sus contenidos. Fuera de este equilibrio se tiene acceso a estados extraordinarios de la mente, en donde se puede entrar en el vacío, y todo desaparece y vuelve a aparecer por sí mismo. Todo el universo va y viene, como la mente y el cuerpo, la vista y el sonido. También se percibe la perfección e integridad de todas las cosas en sí mismas. La liberación no significa cambiar el mundo, sino tocar su verdadera naturaleza.
Estas son experiencias que tienen muchas personas cuando entran en meditación profunda. A través de ellas se descubre el magnífico equilibrio y la grandeza potencial del corazón humano. Sabemos lo que es liberarse de la codicia, el odio, la ilusión, el miedo y la identificación. E incluso si no permanecemos constantemente en este estado, es como haber escalado a lo alto de una montaña. Hemos saboreado lo que significa la liberación y esto informa y afecta en adelante toda nuestra vida. Nunca más podemos creer que estamos separados. No podemos ya tener realmente miedo a morir, porque ya hemos muerto. A esto se le llama "morir antes de morir" y lleva consigo el desapego y ecuanimidad más admirables.
Al final volvemos a cobrar conciencia de las enseñanzas básicas del dharma de la manera más simple. Las vemos una y otra vez, cada vez con más profundidad. Vemos claramente las Nobles verdades de Buda: que existe el sufrimiento en la vida, que este sufrimiento es intrínseco a ella, que su causa es nuestro apego y nuestra identificación. Cuando aprendemos a ser libres en este sentido, nada puede afectamos. Descubrimos entonces que existe una liberación real y posible para todos los seres humanos. Llegamos a entender las enseñanzas del corazón y comprobamos que éste puede abrirse y contener todo el universo. Nos damos cuenta de que es tal la grandeza del corazón que cualquier cosa en la vida -las diez mil alegrías y los diez mil sufrimientos- puede ser contenida dentro de la totalidad del corazón.

Al final llegamos a ver que la práctica espiritual es real mente muy simple; es un camino de apertura y de dejar pasar, de ser consciente de todo y de no apegarse a nada. Como de cía mi maestro Aachan Chah: "Toda la enseñanza es simple. Cuando veo que alguien se está perdiendo por un sendero de la derecha del camino o que va a caer en una zanja, le grito que vaya a la izquierda. Si la misma persona camina por la carretera y se va a perder por un sendero de la izquierda le grito que vaya a la derecha. Eso es todo lo que hago. Cuando os vayáis a apegar a algo, dejadlo pasar y volved al centro para contemplar el movimiento de la vida desde una posición que tiene la cualidad de la gracia, el equilibrio y la apertura".
Pero incluso después de este enorme viaje iluminador, uno vuelve abajo inevitablemente. Con mucha frecuencia se encuentra uno de nuevo con las dificultades del itinerario, pero al menos se puede enfrentar con un sentimiento más grande de equilibrio y desidentificación, con una sensación de facilidad y de ternura del corazón y de la mente.
Para concluir, he aquí la historia de un viejo monje chino que decidió abandonarlo todo y practicar en lo alto de una montaña, hasta iluminarse o morir. Había meditado en un monasterio Zen y había pasado muchos años de pacífica meditación, pero nunca se había iluminado. Finalmente acudió al maestro y le dijo: "Por favor, déjeme ir a las montañas a terminar esta práctica. Esto es lo único que quiero ahora en la vida, ver en qué consiste la iluminación". El maestro, sabiendo que estaba maduro, le concedió el permiso.
En su ascenso de la montaña encontró a un viejo con un gran fardo. El viejo era en realidad el bodisatva Manjusri. Dicen que se aparece a las personas cuando están preparadas para la iluminación. Normalmente se le representa llevando una espada que corta a través de la ilusión. Pero en este caso llevaba ese fardo.
El viejo baja de la montaña y le pregunta: "Monje, ¿a dónde te encaminas? El monje le responde: Voy a lo alto de la montaña con mi taza y unas cuantas pertenencias. Me sentaré allí arriba y o me ilumino o muero. Eso es lo único que quiero. He sido monje durante mucho tiempo y ahora tengo que saber en qué consiste la iluminación".
Como el viejo parecía muy sabio, el monje le preguntó: "Dime, buen hombre, ¿sabes algo de esta iluminación?". En este punto el viejo simplemente dejó caer el fardo al suelo. Como en todas las buenas historias Zen, en este momento nuestro monje ¡se iluminó! "¿Quieres decir que es tan simple, que basta con dejar pasar en este mismo momento y no aferrarse a nada?".
Esta verdad es muy difícil de aprehender, porque nuestro apego al proceso del cuerpo y de la mente -los fenómenos físicos y mentales- es muy fuerte. Tomamos con tanto empeño ser nosotros mismos que se necesita todo el intenso proceso que he descrito para desenmarañar y deshacer el nudo del yo. Para la mayoría de las personas se requiere un camino de práctica profunda, sistemática y disciplinada para deshacer la fuente de la atadura interna.
Y en este proceso se pasa por todos los territorios del fuego y de la disolución, las tormentas y las emociones, toda la serie de tentaciones, obstáculos y dificultades. Y, al final, aún tenemos que volver. Así, el monje recién iluminado mira al viejo y le pregunta: ¿Y ahora qué?". Como respuesta, el viejo llega hasta el fardo, lo recoge de nuevo y se encamina hacia la ciudad.
La historia contiene los dos aspectos de la práctica. Nos enseña a abandonar de una manera profunda nuestra manera de aferrarnos, nuestros miedos, nuestra identificación con todas las cosas. Nos ayuda a ver directamente que no somos este cuerpo, que no somos los sentimientos, que no somos los pensamientos; que sólo alquilamos esta casa por un tiempo. Y una vez nos hemos dado cuenta de esto, nos enseña que debemos volver al mundo con un corazón bondadoso, con una compasión universal, y con un gran sentido del equilibrio y de la sabiduría. Debemos tomar nuestro fardo y llevarlo de nuevo a los dominios de las formas, al reino de los humanos. Pero ahora podemos viajar como
bodhisatvas, corno alguien que ha pasado por el terreno de la vida y de la muerte y los entiende con la suficiente profundidad como para ser libre de una manera totalmente diferente. Y desde esta libertad puede aportar una honda sabiduría y un corazón sabio y compasivo a un mundo que tanto los necesita.

PROMESAS Y PELIGROS DEL CAMINO ESPIRITUAL
por Rani Dass

Dime, amigo, por. favor, ¡qué puedo hacer con este inundo que retengo y que continúo prolongando! Doné mi ropa bien cortada _y llevé una simple túnica, pero un día vi que estaba muy bien hilada. Compré entonces una arpillera, pero aun así continuaba poniéndola con elegancia sobre mi hombro izquierdo. Sublimé mis instintos sexuales, y ahora descubro que estoy muy enojado. Me deshice de la rabia, y ahora me doy cuenta de que todo el día sigo codiciando. Trabajé con ahínco para disolver la codicia, y ahora estoy orgulloso de mí mismo.
Cuando la mente quiere romper sus vínculos con el mundo, sigue todavía aferrada a una cosa. Dice Kabir: "Escucha, amigo, !son muy pocos los que encuentran el sendero¡

KABIR
The Kabir Book

Durante la primera mitad de este siglo, la búsqueda espiritual y sus desafíos sólo interesaban a -y eran relevantes para- un reducido círculo de buscadores. La corriente principal de nuestra cultura estaba atrapada en la persecución de valores materiales y de nietas externas. Esta situación empezó a cambiar muy rápidamente en los años sesenta, periodo que trajo consigo una ola de interés por la espiritualidad y por la evolución de la conciencia. Entre sus manifestaciones más visibles se encontraban la experimentación (bastante extendida y con frecuencia irresponsable) con sustancias psicodélicas, la proliferación de diversas técnicas de autoconocimiento no relacionadas con las drogas -como las diferentes formas de psicoterapia existencial y el "biofeedback "- y un nuevo entusiasmo por las filosofias y los métodos orientales antiguos.
Esta época de enorme confusión y rápidos cambios proporcionó muchas lecciones valiosas para comprender más profundamente el impulso de trascendencia y las promesas y peligros del sendero espiritual. Además de los excesos ampliamente publicados y de las víctimas de este accidentado proceso, también hubo muchos casos de auténtico despertar espiritual, que desembocaron en una búsqueda seria y en una vida de servicio. Esta ola de fermento espiritual ha continua do hasta hoy día, aunque de una manera menos espectacular y ostentosa.
Parece que un número creciente de personas atraviesan gradualmente una emergencia espiritual así como formas más dramáticas de crisis de transformación. Para sacar las conclusiones de este accidentado periodo sería muy dificil encontrar una persona más clara y conocedora de este terna que el psicólogo, investigador de la conciencia y buscador espiritual, Richard Alpert (Rant Dass).
Alpert recibió su título de Doctor en Psicología por la Universidad de Stanford, y ha enseñado en las Universidades de Harvard, Stanford y California. En 1960, fue uno de los pioneros de la investigación psicodélica. Este trabajo suscitó en él un profundo interés por la evolución de la conciencia y por las grandes filosofias espirituales de Oriente. En esa época publicó, junto con Timothy Leary y Ralph Metzner, The Psychedelic Experience: A Manual Based on the Tibetan Book of the Dead.
En 1967, su interés personal y profesional por la espiritualidad y la conciencia le llevó a hacer una peregrinación a la India. En una pequeña aldea del Himalaya encontró a su guru, Neent Karoli Baba, que le dio el nombre de Ram Dass, o "Servidor de Dios". Desde entonces, Rant Dass ha explorado un amplio espectro de prácticas espirituales, incluyendo la meditación Zen, las técnicas sufíes, el budismo Teravada y Mahayana, y varios sistemas de yoga, o medios encaminados a la unión con Dios: mediante la devoción (bhakti yoga), el servicio (karma yoga), el autoconocimiento psicológico (raja yoga) y la activación de la energía interna (Kundalini yoga).
Ram Dass ha hecho enormes aportaciones a la integración de la filosofía oriental y del pensamiento occidental. Contando todos los logros y errores de su búsqueda personal, con una honradez poco común y un extraordinario sentido del humor, se ha convertido en un importante modelo y maestro. Con generosidad ha puesto a disposición pública esta información, a través de charlas, conferencias profesionales, casetes y cintas de vídeo y una serie de libros.
Ram Dass es autor de numerosos artículos y de los libros
Be Here Now, The Only Dance There Is, Grist for the Mill, Journey of Awakening, y Miracles of Love. También ha sido coautor (con Paul Gorman) de un libro de cabecera, único en su género para las personas que atienden a los que atraviesan crisis, titulado How Can I Help? Está escrito desde una perspectiva espiritual y proporciona muchas orientaciones útiles para profesionales, voluntarios, amigos y familiares.

Muchas de sus percepciones internas son aplicables al trabajo con las emergencias espirituales.
Durante muchos años, Ram Dass ha dedicado su vida al servicio, que considera su yoga fundamental, o el vehículo de la liberación espiritual. En 1973 creó la Fundación Hanuman, organización dedicada a potenciar la conciencia espiritual en Occidente y a manifestar la compasión en la práctica. Entre los proyectos iniciados por esta Fundación se encuentran el Proyecto Prisión/Ashram, que anima a los recluidos en prisiones a aprovechar su tiempo para la práctica espiritual, y el Proyecto Vivir/Morir, junto con el Centro de preparación para la muerte, que proporcionan un enfoque consciente ante la muerte. Ram Dass también ha contribuido a la labor de la Fundación Seva, organización confines benéficos dedicada a manifestar la compasión en acción a escala global. Su actividad consiste en reunir y distribuir fondos y en crear y gestionar una serie de proyectos de ayuda en todo el mundo.
Durante los últimos veinticinco años, Dass se ha convertido en arquetipo cultural del verdadero buscador espiritual, dedicando la mayor parte de su tiempo a la práctica y al ser vicio. Este capítulo es una adaptación de una charla sobre promesas y peligros del camino espiritual, que dio en la X° Conferencia Internacional Transpersonal, celebrada en Santa Rosa, California, en Octubre de 1988. En ella habla de su profunda experiencia personal, así como de su trabajo con innumerables personas dentro y fuera de E. E. U. U.


En los años sesenta atravesamos un desplazamiento fundamental de la realidad absoluta. Nos dimos cuenta de que lo que veíamos y comprendíamos era sólo una clase de realidad y que había otras clases de realidades. William James había dicho muchos años antes que "nuestra conciencia-ordinaria despierta es únicamente un tipo de conciencia, pero por encima de ella, separada por la más fina de las pantallas, residen formas potenciales de conciencia completamente diferentes. Podemos atravesar la vida sin sospechar su existencia, pero basta con aplicar el estímulo requerido y en un momento surgen en toda su integridad".
Hasta los años sesenta, las religiones organizadas eran los recipientes básicos de la espiritualidad y de las normas morales. Estas instituciones motivaban a la gente a una conducta ética mediante el miedo y el superego interiorizado. El mediador entre nosotros y Dios era el sacerdote. Lo que produjeron los años sesenta fue hacer estallar todo el sistema, inicialmente mediante la utilización de psicodélicos. Esta época hizo de nuevo que la relación con Dios se convirtiera en una experiencia directa del individuo. Por supuesto que los cuáqueros han tenido una historia de estas experiencias, y también otras tradiciones. Pero en lo que concierne a la corriente general, estaba emergiendo a la cultura un nuevo concepto, que era espiritual y no formalmente religioso.
Antes de la década de los sesenta, nuestra cultura había rechazado la mayoría de las veces la experiencia mística y la había relegado como experiencia no significativa. Yo era por entonces un científico social y yo también la desdeñaba. Rainer Maria Rilke dijo de aquel periodo:
El único valor que se nos pide es el valor más extraño, más singular y más inexplicable que podamos encontrar. La humanidad en este sentido se ha comportado cobardemente y ha causa do un daño infinito a la vida. Las experiencias llamadas visiones,
todo el mundo llamado del espíritu, la muerte, todas estas cosas que nos son tan afines, han sido tan excluidas de nuestra vida,
mediante su reducción día a día, que los sentidos con los que podríamos haberlas captado se han atrofiado, y esto mismo nos ha ocurrido con respecto a Dios.
Pero en los años sesenta muchos reconocimos algo dentro de nosotros que no habíamos conocido antes. Tuvimos la vivencia de una parte de nuestro ser que no estaba separada del universo, y vimos que gran parte de nuestro comportamiento estaba basado en el deseo de aliviar el dolor que procedía de nuestro estado de separatividad. Muchos salimos por primera vez de la alienación que habíamos conocido durante toda nuestra vida adulta. Empezamos a reconocer la salud de nuestros corazones intuitivos y compasivos, la salud que había estado perdida tras el velo de nuestras mentes y las construcciones que habíamos creado sobre quiénes éramos. Trascendimos el dualismo y experimentamos nuestra naturaleza unitiva con todas las cosas.
Pero es interesante ver cómo se han introducido esas ideas en la corriente general en estos últimos veinticinco años. Cuando en aquellos días estaba yo dando conferencias, hablaba a públicos con edades comprendidas entre los quince y los veinticinco años, los exploradores de aquellos tiempos. Estas conferencias eran como encuentros del club de exploradores en los que comparábamos los mapas de los territorios de nuestros viajes. Hoy día, cuando hablo en una ciudad como Des Moines, en el estado de Iowa, hay mil quinientas personas y, en líneas generales, estoy diciendo lo mismo que decía entonces. Podría afirmar que entre el setenta y el ochenta por ciento de dichas personas nunca han fumado marihuana, nunca han probado las sustancias psicodélicas, nunca han leído a los místicos orientales, pero todos hacen signos de asentir con sus cabezas. ¿Cómo lo saben? Por supuesto, la razón por la que lo saben es porque estos valores -el desplazamiento des de nuestra visión estrecha de la realidad a una realidad relativa- han penetrado en la corriente general de nuestra cultura. Ahora tenemos más opciones sobre la realidad, que se reflejan en la gran variedad de instituciones sociales educativas.
Para entender lo que nos estaba sucediendo hace veinticinco años, empezamos a buscar mapas, y los mejores disponibles en aquellos tiempos parecían ser los mapas de Oriente, en especial el Budismo y el Hinduismo. En la mayoría de las religiones del Próximo Oriente, los mapas sobre la experiencia mística directa formaban parte de las enseñanzas esotéricas más que de las exotéricas. La Kábala y el Hasidismo no eran tan populares como lo son ahora. Así pues, en aquellos días recurríamos al Libro tibetano de los muertos, a las Upanishads y a la Bhagavad Gita. Emprendimos diversos métodos o prácticas para continuar la experiencia o para integrar lo que nos había sucedido utilizando psicodélicos.
A principios de los sesenta, Tim Leary y yo teníamos un gráfico en nuestra pared, en Millbrook, en el que una curva geométrica nos indicaba con qué rapidez se iluminaría todo el mundo. Esto incluía el proyecto de poner LSD en los depósitos de agua, pero aparte de esto no había nada espectacular: hasta tal punto parecía inevitable e irrevocable la iluminación colectiva a causa del poder de la experiencia psicodélica. Nos rodeamos de otras personas que habían experimentado una transformación y fuimos considerados rápidamente en Harvard como una especie de culto, debido principalmente al hecho de que las personas que no habían dado esta especie de salto adelante no podían ya comunicar con nosotros. Habiendo atravesado la experiencia del otro lado, nuestro len guaje había cambiado, creando en consecuencia un abismo infranqueable.
A otro nivel, existía una especie de expectativa ingenua de que el proceso se iba a terminar de manera inminente. Esta expectativa era desmentida por la información que leíamos, pero nosotros creíamos que los psicodélicos funcionarían allí donde habían fallado el Budismo y el Hinduismo.

Cuando Buda describía cuánto tiempo estaría la humanidad en camino, al hablar de la reencarnación, puso el ejemplo de una montaña de diez kilómetros de ancha, diez de larga, y diez de alta. Si un pájaro volase cada año con una cinta de seda en el pico y rodease con ella la montaña una vez, el tiempo que tardaría en desgastarse la montaña con la cinta sería el tiempo que una persona ha estado en camino. Aplicando este ejemplo a nuestra vida, puede empezarse a ver que ésta es como el tiempo que se tarda en parpadear, y que cada nacimiento es un instante, como si se tratara de una fotografía en un marco. Con esta clase de perspectiva del tiempo, uno se relaja y quita el gráfico de la pared.
Sin embargo, al mismo tiempo, gran parte de los textos espirituales hablan de la urgencia. Buda dice: "Esfuérzate todo lo que puedas". Kabir lo expresa así: Amigo, espera al huésped mientras estás vivo. Sumérgete en la experiencia mientras vivas...
Lo que llamas salvación pertenece al tiempo anterior a la muerte.
Si no rompes tus ligaduras mientras vives,
¿piensas que lo harán los fantasmas cuando mueras? La idea de que el alma se unirá al éxtasis sólo porque el cuerpo se ha corrompido es pura fantasía.
Lo que se encuentra ahora es lo que habrá después. Si no encuentras nada ahora,
acabarás simplemente con una estancia en la ciudad de la muerte.
Si te unes a lo Divino ahora, tendrás el rostro del deseo satisfecho en la próxima vida. Báñate pues en la verdad. averigua quién es el verdadero maestro.
¡Ten fe en el gran sonido!


Así pues, existía este deseo de conseguirlo ya, lo que nosotros interpretábamos como abrazar todo el camino espiritual y convertirlo en una carrera por la realización. Existe una deliciosa historia acerca de un joven que acude a un maestro Zen y le dice: "Maestro, sé que tiene muchos estudiantes, pero si me esfuerzo más que todos ellos, ¿cuánto tardaré en iluminarme? El maestro le responde: "Diez años". El joven insiste: "Bueno, pero si trabajo día y noche y redoblo mis esfuerzos, ¿cuánto tiempo me llevará? Y el maestro le responde:

"Veinte años". Entonces el joven le habla de más esfuerzos y el maestro le contesta: "Treinta años". El joven le pregunta entonces % Por qué continúa añadiendo años?" y el maestro le explica: "Como tendrás un ojo en la meta, sólo te quedará un ojo para el trabajo, y esto te retrasará enormemente".
En esencia, esta fue la conclusión a la que llegamos nosotros mismos. Estábamos tan apegados al objetivo hacia el que nos dirigíamos que quedaba muy poco tiempo para profundizar la práctica para llegar a él. Pero con los años hemos crecido. Hemos desarrollado la paciencia y, como resultado, hemos dejado de contar. Esto es en sí mismo un gran progreso para la cultura occidental. Yo llevo a cabo mis prácticas espirituales por sí mismas, y lo que suceda sucederá. No me interesa saber si alcanzaré la liberación y la iluminación ahora o dentro de diez mil nacimientos. ¿Cuál es la diferencia? ¿Qué otra cosa podría de hacer? De todas maneras no puedo parar, así que me da lo mismo. Pero algo que me interesa es vigilar que ustedes no se queden atrapados en sus expectativas de una práctica espiritual.
Existe una estupenda historia acerca de Nasrudin, el místico sufí cascarrabias y vagabundo. Nasrudin fue a su vecino para pedirle prestada una gran olla. Su vecino le respondió: "Nasrudin, sabes que eres muy descuidado y realmente aprecio mucho mi gran olla". Nasrudin le dijo: "Toda mi familia está a punto de llegar y realmente la necesito. Te la devolveré mañana". Finalmente, el vecino a regañadientes le prestó la olla. Nasrudin tomó la olla con mucho agradecimiento y al día siguiente se presentó a la puerta con ella. El vecino estaba encantado y le dijo: "Nasrudin, ¡qué maravilla!". Llevó la olla adentro y en su interior había otra pequeña olla. Entonces preguntó: "¿Qué es esto?". Nasrudin le respondió: "La gran olla ha tenido un bebé". El vecino estaba realmente encantado. A la semana siguiente, Nasrudin se presentó de nuevo diciéndole: "Me gustaría pedirte prestada la olla porque voy a hacer otra fiesta". El vecino le dijo: "Por supuesto, Nasrudin, lleva tela". Así lo hizo Nasrudin, pero al día siguiente no apareció, ni tampoco al otro. Al cabo de varios días, el vecino fue a la casa de Nasrudin preguntándole: "¿Dónde está mi olla?". Nasrudin le respondió: "Se murió". ¿Ven cómo pueden ser engañados por la propia mente?
A partir de los años sesenta se inició la influencia de los maestros espirituales orientales en Occidente. Puedo recordar haber ido en compañía de Sufi Sam a escuchar a Alan Ginsberg introducir a A.C. Bhaktivedanta, que iba a cantar ese misterioso canto llamado Hare Krishna. Los Beatles se desplazaban en avión con Maharishi Mahesh Yogui. En una ocasión, fui con un grupo de hippies desde Haight Ashbury en San Francisco a encontrarme con los viejos de la tribu Hopi en Hota Villa. Se trataba de organizar un encuentro hopi/hipi en el Gran Cañón. Les estábamos honrando como a nuestros mayores, pero no creo que ellos realmente quisieran ser honrados por nosotros. Porque cuando fuimos, cometimos terribles equivocaciones, como dar plumas a los niños o hacer el amor. No sabíamos cómo respetar las tradiciones de manera apropiada.
Con los años aprendimos a respetarlas mediante nuestra conexión con las tradiciones orientales. Nuestros problemas con las tradiciones provenía de la cuestión de en qué proporción las podíamos incorporar tal como estaban, y hasta qué punto podíamos modificarlas. Se deben modificar las tradiciones desde dentro, no desde fuera. Lo que muchos occidentales comenzaron a hacer fue tomar una tradición del Budismo Mahayana y decir: "Esto está bien para los budistas tibetanos, pero lo que nosotros deberíamos hacer es ...". Intentamos hacer variantes sin comprender plenamente la práctica desde una posición profunda dentro de nosotros mismos ni dentro de la tradición. Carl Jung escribe sobre Richard Wilhelm en su prólogo al I Ching. Llama gnóstico intermediario a Wilhelm, afirmando que éste había incorporado el ser chino dentro de su sangre y de sus células. Wilhelm se había transformado a sí mismo de la manera apropiada para comprender la tradición.
Muchos de nosotros estábamos tan ansiosos por avanzar que violentamos un cierto número de tradiciones. Fuimos a Oriente a traerlas, pero continuamos modificándolas a nuestra propia conveniencia y para nuestra comodidad. En Occidente tenemos el culto al ego. Estamos focalizados en lo que "yo quiero, yo deseo y yo necesito" Esta actitud no es la misma en las culturas orientales. Muchas de las prácticas espirituales orientales no están centradas alrededor de la personalidad y por eso no son directamente transferibles a Occidente.
Al principio, yo no entendía realmente la importancia de la pureza de las tradiciones. Recuerdo haber estado en un programa de la televisión con Chógyam Trungpa Rinpoche;
estábamos hablando sobre el no apego como una cualidad altamente deseable de la mente. Entonces le pregunté: "Bueno, si está tan desapegado, ¿por qué no abandona su tradición?". Él respondió: "No estoy apegado a nada excepto a mi tradición". Y yo concluí: "Entonces, tiene un problema". Mi juicio provenía de mi falta de valoración de la relación de amor que se tiene con un método. Uno emprende un método como un diletante, se apega a él de una manera más bien fanática, y después emerge del método y lo "sigue" sin estar apegado.
Durante los años sesenta, nos juntamos alrededor de nuestro recién descubierto despertar espiritual y de todos los métodos que conocíamos para "colocarnos". Se podían encontrar grupos reunidos en torno a la libertad sexual, a las drogas, a los cantos y a la meditación. Utilizábamos nombres orientales como el "satsang" y la "sangha", pero más tarde nuestras actividades crearon fronteras a su alrededor. Solía haber un sentimiento de elitismo, una preocupación sobre quién era, y quién no, miembro del grupo. Existía un convencimiento común de que "nuestra vía" era la única vía. Muchos reconocemos ahora cuánta violencia puede ejercerse con esta actitud de exclusividad.

Recuerdo una historia de Dios y el diablo que van caminando por la calle y ven un objeto brillante en el suelo. Dios lo coge y dice: "Oh, es la verdad". Y el diablo le dice: "Oh, sí. Dámela y la organizaré". Esto es más o menos lo que sucedió cuando la "verdad" empezaba a institucionalizarse y a estructurarse en los años setenta. Se puso de moda formar parte de estos grandes movimientos espirituales (que eran maravillosos y proporcionaron a la gente altos niveles de energía).
La dificultad surgió del hecho de que muchos de los maestros orientales que llegaron a Occidente venían de un celibato básico, de una vida de renuncia. No estaban preparados para encontrarse con las mujeres occidentales, que se hallaban en plena experimentación de la libertad sexual y del feminismo. Los maestros eran absolutamente vulnerables y cayeron como moscas.
Esas personas eran maestros, no gurus. Un maestro señala el camino, mientras que un guru es el camino. Un guru es como un ánsar cocinado: los gurus están "hechos". Nosotros, sin embargo, tomamos el concepto de guru y lo limitamos con nuestra necesidad de un buen padre en un sentido psico dinámico. Queríamos que el guru nos "lo diera hecho", cuan do en realidad el guru es más bien una presencia que facilita o permite que uno haga su propio trabajo. Según las predisposiciones kármicas de cada cual, uno "lo hace" para uno mismo.
Posteriormente introdujimos nuestra mente juzgadora en la escena espiritual. Personalmente estuve rodeado de chismes sobre uno u otro guru. Parecía como si todo el mundo se hubiera convertido en un experto con pies de barro. Muchos de nosotros estábamos atareados en decidir si nos podíamos permitir o no dejarnos enseñar por alguien que a nuestros ojos era impuro. No supimos comprender adecuadamente el concepto de entrega. Pensamos que uno se entregaba a alguien como persona, cuando a lo que uno se entrega es a la verdad. Ramana Maharshi dice: "Dios, el guru y el si mismo son una sola y misma cosa". Así pues, a lo que uno se entrega es a la propia verdad superior o a la sabiduría superior del guru. Entregarse es un tema interesante. Los occidentales lo vemos como una idea desagradable. La asociamos con las imágenes de MacArthur y con ofrecer el cuello en señal de vulnerabilidad. De hecho, la entrega es una faceta importante en el ca mino espiritual, es algo en lo que tenemos que esforzamos para poder comprender.
Cuando aprendimos más acerca de las tradiciones, nos dimos cuenta de que si teníamos que incorporar lo que nos había sucedido mediante los psicodélicos, tendríamos que pasar por un gran periodo de purificación. Al principio estábamos reacios, pero empezamos a ver que teníamos que dejar de crear karma para situamos en un estado en el que pudiéramos alcanzar un alto nivel sin perderlo a continuación. Surgió un gran impulso hacia las prácticas de austeridad. Existía el sentimiento de que este plano terrestre era una ilusión y el origen del problema. Existía el consenso de que de todas maneras era un error haber aterrizado aquí. Lo mejor era "elevarse, ir allá arriba" donde todo pertenecía al reino de lo divino. La gente empezaba a creer que si abandonaba sus posesiones terrenales se volverían más puros y capaces de tener experiencias más profundas. Muchos lo hicieron, pero el problema volvía a ser que dichas experiencias se coleccionaban como logros.
El Maestro Eckhart dijo: "Tenemos que practicar la virtud, no poseerla". Nosotros intentábamos llevar nuestra virtud como marcas en las solapas para mostrar lo puros que éramos. No obstante, nuestras prácticas y rituales nos afectaron y empezamos a tener más experiencias espirituales, que nos lleva ron a un periodo en el que todos nosotros estábamos en un estado de beatitud espiritual.
A esta experiencia reaccionamos aficionándonos a todos los fenómenos que ocurrían como consecuencia de nuestras prácticas, la meditación y la purificación espiritual. Éramos muy vulnerables al materialismo espiritual. Si teníamos un Ford en el garaje, creíamos que teníamos un ser astral en nuestro dormitorio. Las tradiciones nos prevenían en contra de esta actitud; el Budismo, por ejemplo, nos advierte en contra de apegamos a los estados de trance, porque uno experimenta la omnisciencia, la omnipotencia y la omnipresencia. El Budismo aconseja que reconozcamos simplemente estos estados y si gamos adelante. Pero persiste la tentación de asimos a dichas experiencias considerándolas como logros personales. Es muy difícil entender que la libertad espiritual es ordinaria, nada especial, y que esto es lo que la hace tan preciada.
Una gran energía surgió junto con todos estos poderes, porque cuando uno empieza a meditar y a calmar la mente, se comienza a sintonizar con otros planos de realidad. Si usted fuera un tostador, esta experiencia sería como enchufar la corriente a doscientos veinte voltios en lugar de a ciento diez y se quemase todo. Mucha gente ha tenido experiencias increíbles de energía o shakti, o lo que frecuentemente se llama Kundalini, la energía cósmica que se eleva por la columna vertebral. Recuerdo la primera vez que me sucedió; pensé que me había dañado a mí mismo por lo violenta que era. Cuando empezó a subir por mi columna, sentí como si fueran mil serpientes. Cuando la Kundalini alcanzó mi segundo chakra, eyaculé inmediatamente y continuó subiendo. Recuerdo haber estado realmente asustado, sobre todo porque no esperaba algo tan tremendo.
Recibo llamadas telefónicas continuamente -como imagino que las recibe la Red de Emergencia Espiritual- de personas que están atravesando experiencias de Kundalini. Por ejemplo, una terapeuta de Berkeley me llamó diciendo: "Eso me está sucediendo a mí y monto en bicicleta seis horas al día; no me canso, no puedo dormir, lloro en los momentos más extraños, y pienso que me estoy volviendo loca". Yo le respondí: "Déjeme leerle una lista de todos los síntomas, tengo una fotocopia". Y ella me dijo: "Pensaba que era la única persona que tenía esta experiencia". Entonces la desengañé:
"No, es una repetición. Swami Muktananda publicó sus efectos hace mucho tiempo, y se trata simplemente de madre Kundalini en acción. No se preocupe, que ya se le pasará. Limítese a inspirar y a espirar llevando la atención al corazón y manténgalo sereno".
Este fenómeno empezó a sucedemos a nosotros; a algunos les asustó, a otros les entusiasmó, o les atrapó, aficionándose a él, y entonces dejamos de oler las maravillosas flores. Muchas personas aumentaron su ego cuando experimentaron este plano, atribuyéndose a sí mismas el poder disponible en estos niveles. Se embarcaron en un viaje mesiánico, intentan do convencer a todo el mundo de que ellas eran "la única persona elegida". Estos episodios eran muy dolorosos para todo el mundo.
Recuerdo un suceso con mi hermano, cuando estaba en una institución mental porque pensaba que él era Cristo y es taba haciendo cosas terribles como tal. En algún momento nos encontramos el médico, mi hermano y yo en una sala del hospital. El médico no dejaba que mi hermano viese a nadie sin estar él presente.
Yo iba con una barba, una túnica, y un rosario de cuentas, mientras que mi hermano iba con traje azul marino y corbata. Él estaba encerrado y yo estaba libre, situación humorística que no se nos escapó a ninguno de los tres. Hablábamos sobre si el psiquiatra se llegaría a convencer de que mi hermano era Dios. Mientras tanto, el médico estaba todo el tiempo escribiendo en su tablilla, obviamente incómodo porque mi hermano y yo estábamos absortos en la conversación como si estuviésemos flotando fuera del mundo. Entonces mi herma no dijo: "No entiendo por qué yo estoy en un hospital y tú estás libre. Tú tienes pinta de loco". Yo le pregunté: "¿Piensas que eres Jesucristo?". Mi hermano respondió: "Pues claro que sí". Entonces yo le dije: "Pues bien, yo también soy Jesucristo". Él me replicó: "No, no entiendes". Yo concluí: "Por eso estás encerrado". En el momento en que se dice a los demás que ellos no son Jesucristo, hay que empezar a tener cuidado.
Muchas personas perdieron sus cimientos en este plano cuando la energía se hizo demasiado intensa a partir de sus prácticas espirituales. La Red de Emergencia Espiritual ha estado asistiendo a la gente en el proceso de volver a "aterrizar". En la India, a las personas que experimentaban este tipo de separación se les llamaba "borrachos de Dios". Anandamayi Ma, una de las más grandes santas de todos los tiempos, era una mujer bengalí muy digna que pasó dos años haciendo ruedas de carros en la parte delantera de su casa. También se sabe de ella que en esa época había abandonado su sari. En nuestra cultura, este tipo de comportamientos es material de revistas. En la cultura india se dice: "Oh, es un santo borracho-de-Dios. Tenemos que cuidar de él en el templo".
En nuestra cultura no tenemos un sistema de apoyo para esta clase de pérdida de contacto con la tierra y que es tan transformadora; es un proceso por el que se debe pasar a ve ces. Por supuesto, muchas personas se han escapado a otros espacios y no han vuelto. El proceso completo consiste en perder el contacto con este plano y volver a él. En los primeros tiempos todo el juego consistía en hacer que la gente llegara a otras dimensiones, que saliera de sus mentes y de la pesadez que habían acarreado toda la vida. Entonces mirabas afuera y todo el mundo estaba ausente, como flotando. Ahora miro a la mitad del público y tengo ganas de decir: "Eh, venid a respirar con nosotros, todo está bien. No es tan pesada la vida". A la otra mitad, les diría: "Vamos, empezad a actuar, conseguid vuestro número de seguridad social, id por un trabajo".
Cuando las prácticas espirituales funcionan un poco, pero no se ha estabilizado la experiencia transformadora, la fe vacila y se reproducen con fuerza los mosquitos del fanatismo. La mayoría de los discípulos son víctimas de esta clase de fanatismo, mientras que sus maestros lo han dejado atrás hace mucho tiempo. Cuando se encuentra a un maestro espiritual en cualquier tradición -Zen, sufí, india americana, hindú, budista- se reconoce a otro ser humano. Ellos no van diciendo: "Puesto que no sigues mi vía eres inferior". Pero todos los discípulos que están justo debajo lo hacen; no han profundizado en su fe lo suficiente ni han llegado al otro lado.
Para que un método funcione, tiene que atraparle a uno durante un tiempo. Hay que volverse meditador, pero si uno acaba como meditador, ha perdido. Se pretende llegar a liberarse y no a ser un meditador. Hay muchas personas que acaban como meditadores: "He meditado durante cuarenta y dos años..." Le miran a uno muy seriamente atrapados por la cadena de oro de la virtud. Un método debe atraparle a uno, y si funciona, debe autodestruirse. Entonces se llega al otro extremo y se es libre del método.
Ésta es una de las razones por las que el evangelio de Rama Krishna es tan maravilloso; puede vérsele pasar por el culto a Kali, salir por el otro extremo, y después explorar otros méto dos. Una vez que se ha llegado al final del propio método, se comprueba que todos los métodos conducen a lo mismo. La gente me pregunta: "¿Cómo puede ser que siendo judío, practique la meditación budista y tenga un guru hindú?". Y yo res pondo: "Yo no tengo ningún problema, ¿cuál es el suyo? Sólo hay un Dios, el Uno no tiene nombre, así que no tiene forma y esto es nirvana. No tengo ningún problema con esto".
El modo en que enfocábamos el camino espiritual con llevaba un elemento de rigor, y había muchos maestros que nos ayudaban a pasar por este dilema. El que probablemente me ayudó más fue Chógyam Trungpa Rinpoche. Lo que uno bus ca en un maestro realmente bueno es esa cualidad de picardía. No descaro, sino picardía. Recuerdo mi primer verano enseñando en el Instituto Naropa y las dificultades que tuve con Trungpa Rinpoche. Uno de los problemas era que tenía a todos sus estudiantes borrachos continuamente, ocupados en juegos de apuestas y alimentándolos con dietas pesadas. Yo pensaba para mis adentros: "¿Qué clase de maestro espiritual es éste?". Yo procedía de una vía de austeridad hindú. Los hindús siempre tienen miedo de caer del otro lado. Y ahí es taba ese hombre llevando a sus estudiantes por el camino del infierno, según mis convicciones.
Por supuesto que estaba haciendo un juicio de valor. Cuando volví a encontrar a aquellos estudiantes varios años después, les vi haciendo con devoción las "cien mil postraciones" y las prácticas espirituales más arduas. Trungpa Rinpoche les había llevado a través de sus obsesiones hasta la más profunda práctica espiritual. Él no tenía miedo, mientras que las demás tradiciones evitan tales riesgos por miedo a que alguien se quede perdido a lo largo del camino. Un maestro tántrico no tiene miedo de conducirnos a través de nuestro lado oscuro. Pero nunca puede saberse si dicho maestro es un excelente maestro o está estancado en sus propias obsesiones. No hay manera de saberlo. Si uno quiere ser libre, todo lo que puede hacer es aprovechar a los maestros lo más que sea posible, y sus problemas kármicos seguirán siendo suyos. Ese es el secreto que se aprende finalmente acerca de los maestros.
Se llega a un punto en el que nos damos cuenta de que la velocidad en el camino espiritual depende de las propias limitaciones kármicas. En este punto empezamos a reconocer la medida del tiempo del trabajo espiritual. No nos podemos adelantar a nosotros mismos o ser fariseos, porque eso puede volverse contra nosotros y hacernos daño. Se puede llegar muy arriba, pero se puede caer.
Así pues, muchas personas dicen que han "salido del ca mino". Yo les digo: "No, no habéis salido del camino. Las impurezas han producido su efecto kármico. Todo es el camino, y una vez que habéis empezado a despertar, no podéis salir del camino. No hay ninguna posibilidad de que esto ocurra. ¿Adónde vais a salir? ¿Vais a hacer creer a alguien que nunca sucedió? Podéis olvidar por un momento, pero lo que pensáis que habéis olvidado continuará volviendo a vosotros. Por lo tanto, no os preocupéis; seguid simplemente adelante y sed mundanos por un tiempo".
Una de nuestras expectativas era que el camino espiritual nos mantendría psicológicamente sanos. Yo me formé como psicólogo. Durante muchos años estuve psicoanalizándome. Enseñé la teoría freudiana. Fui terapeuta. Tomé drogas psicodélicas de manera intensiva durante seis años. Tengo un guru. He meditado regularmente desde 1970. He enseñado yoga y he estudiado sufismo y muchas clases de budismo. En todo ese
tiempo no me he liberado de ninguna neurosis, ni de una sola. Lo único que ha cambiado es que, mientras que antes mis neurosis eran tremendos monstruos, ahora son como esos pequeños pitufos. "Oh, perversidad sexual, no te he visto durante días, ven a tomar el té". Para mí, el resultado del camino espiritual es que ahora tengo un marco de referencia que me hace identificarme menos con mis neurosis conocidas y con mis propios deseos. Cuando no consigo lo que quiero es tan estupendo como cuando lo consigo. Cuando se empieza a reconocer que el sufrimiento es una gracia, uno no se lo puede creer. Se piensa que es una trampa.
A lo largo del camino espiritual empezamos a aburrirnos con las cosas ordinarias de la vida. Gurdjieff decía: "Eso es sólo el principio. Hay cosas peores por venir. Vais a empezar a morir. Se tarda mucho en acabar de morir, pero todavía que da mucha tontería por salir de vosotros. Ya no podéis engañaron como lo hacíais antes, porque ya le habéis tomado el gusto a la verdad".
A medida que se va desarrollando este crecimiento, los amigos cambian y no se crece al mismo ritmo. Así pues, se pierden muchos amigos. Puede ser muy doloroso cuando las personas que habéis querido, incluso en el matrimonio, no crecen interiormente con vosotros. Es un escollo que nos hace sentirnos a muchos de nosotros culpables por abandonar a los amigos y darnos cuenta de que necesitamos nuevas relaciones.

Al mismo tiempo, cuando ya no se puede justificar la vida con nuevos logros, ésta empieza a perder sentido. Cuando se piensa que se ha ganado y se comprueba que no se ha ganado nada en realidad, se empieza a vivir la noche oscura del alma, la desesperación que surge cuando las cosas del mundo empiezan desvanecerse. Nunca estamos tan cerca de la luz como cuando la oscuridad es más espesa. De alguna manera, la estructura del ego se había basado en nuestra separatividad y en nuestro deseo de estar cómodos, felices y en casa. Trungpa Rinpoche decía con su estilo irónico: "La iluminación es la última decepción del ego".
Ésta es la congoja. Uno se da cuenta de que el viaje espiritual es un juego completamente diferente del camino que uno creía mientras estaba en él. Es muy difícil efectuar esta transición. Muchas personas no quieren hacerla. Quieren tomar su poder del trabajo espiritual y hacer su vida más agradable. Esto es maravilloso y yo lo respeto, pero esto no es libertad ni lo que ofrece la vía espiritual. Ésta ofrece libertad, pero exige una entrega total. Entrega -de quienes pensáis que sois y de lo que creéis que estáis haciendo- a lo que es. La mente se sobresalta al pensar que la espiritualidad se está muriendo dentro de uno. Y es cierto que se produce una muerte y la gente se entristece. Esta aflicción sobreviene cuando empieza a desaparecer lo que uno creía que era.
Kalu Rinpoche decía: "Vivimos en medio de la ilusión, de la apariencia de las cosas. Pero existe una realidad y somos esa realidad. Cuando entendéis esto, veis que no sois nada, y que siendo nada, lo sois todo". Cuando uno abandona su sensación de ser especial se pasa a formar parte de todas las cosas. Se está en armonía, dentro del Tao, con el flujo de los acontecimientos.
Mahatma Gandhi decía: "Dios no pide menos que la auto entrega total como precio de la única libertad que merece la pena tener. Cuando una persona se pierde a sí misma, inmediatamente se encuentra al servicio de todo lo que vive. Éste se convierte en su gozo y recreo. Estas personas pasan a formar parte de una nueva especie que nunca se cansa de dedicarse al servicio de la creación de Dios"
Me gustaría recordar la historia del cerdo y del pollo que estaban paseando por la calle. Tenían hambre y querían desayunar. Al llegar al restaurante el cerdo dice: "Yo no entro ahí". Y el pollo le pregunta: "¿Por qué?". "Porque hay un letrero que anuncia `huevos con jamón—. Entonces el pollo insiste: "Entremos y comamos otra cosa". Y el cerdo le responde: "Eso es muy fácil para ti, porque todo lo que quieren de ti es una pequeña contribución, pero de mi quieren la entrega total".
Una de las facultades que desarrollamos en el camino es la de ser testigo. La capacidad de observar tranquilamente los fenómenos, incluidos nuestro propio comportamiento, emociones y reacciones. A medida que cultivamos el testigo con más profundidad, es como si viviésemos en dos niveles. Existe el nivel del testigo, y el nivel del deseo, el miedo, la emoción, la acción y la reacción. Esta es una fase en el proceso y proporciona mucho poder. Existe otra etapa posterior que es la entrega. Como afirma un texto budista. "Cuando la mente observa con atención dentro de sí misma, el tren del pensamiento discursivo y conceptual se detiene y se consigue la iluminación". Cuando el testigo se vuelve sobre sí mismo, cuando se observa al observador, uno trasciende al testigo y todo simplemente es. Ya no se está ocupado con una parte de la mente observando a la otra. Ya no se está ocupado en observar, sino sencillamente en ser. Las cosas se vuelven simples de nuevo. Estos días estoy teniendo la experiencia más extraordinaria. He intentado tanto tiempo ser divino y estoy recibiendo un montón de cartas que dicen: "Gracias por ser tan humano". ¿No supone esto un largo camino?
Una de las mayores trampas que tenemos en Occidente es nuestra inteligencia, porque queremos saber que sabemos. La libertad nos permite ser sabios, pero no se puede conocer la sabiduría, se debe ser la sabiduría. Cuando un guru me quería
hundir me llamaba "listo". Cuando quería recompensarme, me llamaba "simple". El intelecto es un maravilloso servidor, pero es un dueño terrible. Es la herramienta de poder de nuestra separatividad. El corazón intuitivo y compasivo es la puerta de nuestra unidad.
El camino espiritual lo más que puede ofrecernos es una oportunidad de volver a la innata cualidad compasiva de nuestro corazón y a nuestra sabiduría intuitiva. El equilibrio se produce cuando utilizamos nuestro intelecto como un servidor, pero no cuando nos vemos enredados o atrapados en nuestra mente pensante.
Lo que he hecho aquí es mostrar que el camino espiritual es una oportunidad y un don para nosotros. El simple hecho de que hayamos oído decir que existe es una gracia desde el punto de vista kármico. Cada uno de nosotros debe ser auténtico consigo mismo para encontrar su propio y único camino. Si nos convertimos en santurrones, un día esta actitud acaba por hacemos daño. Cada cual ha de permanecer fiel a sí mismo.

Tenemos la suerte de convertimos en la verdad que hemos estado anhelando. Una de las actitudes más relevantes de Gandhi era: "Mi vida es mi mensaje". El rabino decía: "Yo iba a ver al Sadic, el místico rabino del otro pueblo, no para estudiar la Tora con él, sino para ver cómo ataba sus zapatos". San Francisco dice: "No vale la pena caminar para predicar, a menos que nuestra predicación sea nuestro caminar". Tenemos que integrar nuestra espiritualidad en nuestra vida cotidiana, aportándole ecuanimidad, alegría y el asombro de lo sagrado. Tenemos que tornar con nosotros la capacidad de mirar el sufrimiento con el ojo y abrazarlo dentro de nosotros sin que nuestra mirada lo advierta.
Cuando yo trabajo con enfermos de sida y estoy sosteniendo a alguien, mi corazón se rompe porque quiero a esa persona y ésta sufre mucho. Sin embargo, al mismo tiempo están dentro de mí la ecuanimidad y la alegría. Es casi demasiada paradoja para poderla contener dentro de mí. Pero toda la ayuda real consiste en esto. Si uno se limita a ser atrapado por el sufrimiento, lo único que hace es agrandar el agujero de la persona que sufre.
Trabajamos espiritualmente en nosotros mismos como una ofrenda a nuestros semejantes. Porque hasta que hayamos cultivado las cualidades de paz, amor, alegría, presencia, honradez y verdad, todos nuestros actos están teñidos por nuestros apegos. No puede uno esperar a estar iluminado para actuar, así que utilizamos nuestros actos como instrumento de traba jo sobre nosotros mismos. Mi vida entera es mi camino, y esto es así para cada experiencia que tengo. Mi amigo Emmanuel me dice: "Ram Dass, ¿por qué no haces el curso? Trata de ser humano". Todas nuestras experiencias, buenas o malas, son parte del curso, y esto es maravilloso. Os invito a matricularos conmigo.


continua...

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